Tuberculosis carcelaria

Tuberculosis carcelaria

Cambian los tiempos e igualmente se modifican las personas y con ellas su forma de comunicación. El significado  de las palabras también se altera con la época y la cultura. El concepto de cárcel por ejemplo tiene una lectura diferente para el prisionero en comparación con el carcelero o el juez que dicta la sentencia de reclusión.

Para el magistrado, que simula ser el Dios de la ley, enviar a presidio a un ciudadano que ha violentado el orden jurídico es simplemente un acto de justicia. Para el alcaide que atiende la prisión se trata de vigilar y garantizar que el condenado  purgue sus pecados detrás de las rejas por el tiempo establecido en la sentencia.

No es lo mismo ser un prisionero en Nueva York que ser un preso común en Monte Plata o en Jimaní. En el caso del reo en dominicana importa poco si está en La Victoria o en Najayo, muy a pesar de lo que algunos medios desean hacernos creer. La muestra está en los resultados de las autopsias que se les practican a los cadáveres recogidos en dichos recintos. Tomemos el ejemplo de un recluso de 41 años natural de Villa Altagracia, quien guardaba prisión en la cárcel “modelo” de Najayo.

Este individuo venía padeciendo de fiebres vespertinas durante los últimos meses, acompañándose éstas en las últimas semanas de un fuerte dolor de cabeza. El caso siguió, como ya es costumbre, un curso natural, vale decir, con poca o ninguna atención médica seria, oportuna y con calidad. Se notaba que la persona había estado perdiendo peso, por lo que  un estudiante de término de medicina podía deducir sin mucha dificultad que el paciente  sufría de una enfermedad crónica progresiva.  Resultaba obvio que su estado mostraba signos de deterioro por lo que el balance final era, recordando al Gabo colombiano, la crónica de una muerte anunciada.

Efectivamente, la necropsia mostró tanto  el pulmón derecho como el izquierdo lleno de minúsculos y numerosos nódulos blanquecinos que ocupaban gran parte de la superficie de corte en ambos órganos. En la base del cerebro se notaba que las membranas meníngeas estaban opacas y engrosadas. Del cerebro subyacente brotaba un pus amarillento y denso. El estudio microscópico reveló una reacción granulomatosa con necrosis de caseificación en la envoltura de toda la base encefálica.

El diagnóstico patológico fue de meningitis granulomatosa tipo tuberculosa, probablemente como  extensión de una tuberculosis miliar pulmonar.

Si al SIDA carcelario le añadimos la tuberculosis y de coletilla le agregamos el cólera ya presente en La Victoria, tendríamos que modificar el concepto dominicano de preso. Diríamos que cuando un juez dicte una sentencia de prisión debemos traducirla como un sinónimo de muerte.  ¡Lo que implica ser un preso común en nuestro suelo antillano!

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