Tucanes en el aire

Tucanes en el aire

MARIEN A. CAPITÁN
Sus alas se extienden primorosamente. Cual pavo real, muestra sus colores y nos habla a través de ellos. Sin decir alguna palabra, sin mirarnos siquiera, él nos recuerda en un instante qué tan maravilloso es el legado que nos ha dado la madre naturaleza. Aquel que, a pesar de todo, destrozamos cada día más.

Es que la destrucción, al parecer, es nuestra condición más representativa. Cada vez que nos decidimos a hacer algo, como si lo bueno nos estuviera negado, damos un traspiés y metemos irremediablemente la pata.

Por esa razón, por ejemplo, vemos cómo el gobierno se afana en lograr acuerdos que alivianen nuestra destrozada economía pero después, para paliar la crisis del país, nos anuncia medidas drásticas que nos joderán aún más.

Para ilustrar esta última afirmación, sólo tenemos que recordar cómo las autoridades nos hablaban de la firma con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución que vendría a ser como nuestro ángel guardián vestido de corderito y todo.

El problema, como nunca se queda, ha venido tras el anuncio de que se eliminará el subsidio al gas, algo que en realidad es muy duro, pero que a mí no me afectará en lo absoluto. Antes de insultarme, por lo que acabo de decir, te contaré que hace tiempo en mi casa no contamos con gas subsidiado: los edificios que tienen tanques en común, aunque el uso sea puramente doméstico, no cuentan con subsidio alguno.

Aunque la injusticia de tener que pagar el gas como si fuésemos un restaurante o cualquier otro negocio ha sido bastante dolorosa, el lado amable de ello es que ya estamos preparados para el golpe: a nosotros nos dieron hace mucho, pero mucho tiempo.

Expuesta la queja, hay que reparar que mientras el gobierno habla de quitar los subsidios porque estamos en malas y hay que ahorrar, vemos en una flamante primera página del HOY (perdonen la payola, pero es una tentación inevitable) que el gobierno negocia comprar unos aviones militares a Brasil.

Amén de las bondades que aquella nación suramericana nos anda ofreciendo desde hace tiempo (hablo del metro, otro «mega-gasto»), la verdad es que la idea de adquirir estos aviones, de tipo Súper Tucano, me parece abominable cuando se supone que estamos en tiempos de crisis y austeridad.

Nosotros, los humildes servidores de una Patria que cada día nos ahoga más, debemos andar recogiendo nuestros gastos y mendigando algún que otro favor mientras el gobierno continúa pensando en hacer inversiones de todo tipo menos prácticas.

Yo no sé si es que los funcionarios creen que hemos llegado a romper el «estupímetro» pero la verdad es que con frases bonitas, anuncios despampanantes y políticas de beneficencia para un puñado no se resuelven los problemas de una población.

Antes de comprar aviones de cualquier tipo –dentro de las negociaciones podría haber un jet ejecutivo (lo que sería el colmo, por Dios)-, el gobierno debe sentarse a pensar en cómo logrará que la comida baje de precio, que la gasolina no nos siga ahogando y que la vida, la triste vida, se nos haga menos difícil.

Sé que la semana pasada hablaba de dar un chance, de no quejarnos, de permitir que el Presidente tome sus decisiones, pero anuncios como éste hace que uno deje de lado cualquier intento de amabilidad y se rebele sin remedio.

Nuestro querido mandatario, siempre discreto pero demasiado amante de los gastos superfluos, debe pensarlo muy bien antes de cometer el disparate de comprar unos aviones que nos quedan demasiado grandes. Busquemos, porque hay que hacerlo, alternativas más económicas.

Una de ellas podría ser, en nombre de su belleza y colorido, adquirir una flotilla de tucanes que servirían para dar luz y alegría a nuestro cielo quisqueyano. Así, al verlos surcar los aires, nos quedaremos tan idiotizados que nos olvidaremos hasta de quejarnos.

equipaje21@yahoo.com

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