Tulio M. Cestero, poética y recepción de la novela “La sangre”

Tulio M. Cestero, poética y recepción de la novela “La sangre”

Podríamos afirmar que la poética de la novela que trabajó Tulio M. Cestero entró en contradicción con el intelectual que él se propuso ser. De ahí que su vida como diplomático no le permitió continuar una carrera literaria que nos diera otras obras del talante de “La sangre», (1913). Ocurre que la poética de Cestero era fuertemente política, cuando en 1930 el novelista aceptó un puesto a Trujillo desdijo la fundamentación de su teoría poética y su manera de ver el país, por lo menos teóricamente.

Manuel A. Machado es uno de los primeros en ver la contradicción entre el letrado y el político. Entiende que hay un Cestero que crea un consenso sobre la importancia de su obra a la vez que provoca un disenso sobre su participación en la política.

Cestero es, junto a Francisco G. Billini (“Baní o Engracia y Antoñita”), el introductor en la narrativa dominicana del naturalismo francés. Es su novela una mirada crítica a la sociedad basada en la expresión del verismo social. Su descripción de los barrios y las cosas van en contra del exotismo, el preciosismo parnasiano que estaba en boga en la poesía dominicana. Es una tendencia que en Francia fundara el novelista Emile Zola, cuya obra “Nana” (1880) aparece prefigurada en la obra de Cestero. Tanto en el título, “La vida bajo el segundo imperio” y la vida bajo la tiranía de Ulises Heureaux. También en la presencia de una actriz cercana a la prostitución y al determinismo social.

La carrera literaria de Cestero se perdió en la diplomacia. Tenía que ver la realidad dominicana y pensarla, como lo hizo en su generación, para poder escribir otras obras del mismo talante. La ciudad atrapada por un dictador no se lo permitía. Y ahí quedó el naturalismo de Cestero en varias de sus obras. Es García Godoy el primero en encontrar una contradicción entre su estética (lo que debe presentar la novela) y la obra “Ciudad romántica” (1901) de Cestero.

Dice el autor de Rufinito: “Constreñido principalmente por su temperamento colorista y por su ansia de realidad artística, traza Cestero cuadritos de cierto realismo crudo, sensual, que han dado margen a críticas y aún a censuras un tanto destempladas”. Y agrega que existe una cierta falta de sintonía de Cestero con lo dominicano debido a su larga estadía en el extranjero. Cierto es que Cestero escribe desde lejos, pero también que de alguna manera sus novelas renuevan la mirada que tienen los lectores y la élite intelectual sobre la dominicanidad.

Y teoriza García Godoy más adelante: “Acepto sin ambages una bien entendida y amplia libertad en el terreno de la creación artística siempre que esa libertad corra por el cauce de un sereno, sincero y desinteresado propósito de poner ante nosotros, como lo hace Cestero, un fragmento de la vida real y palpitante”. Y agrega con mucho vigor: “Censuro cuanto en este mismo terreno propende torpemente a despertar sensaciones eróticas, apetitos, estados, irremediables impotencias…” La moral establecida se encontraba en cuestionamiento; lo que se podía decir o ver era llevado al discurso sobre la literatura.

García Godoy escribe sobre “Ciudad romántica», novela anterior a “La sangre” que con “Sangre solar” completa la trilogía novelística de Cestero, que dedicara a la República Dominicana. Una cuarta novela, “Borgia», es de tema histórico y podría verse en ella, como en un espejo la política de Trujillo. La ausencia de la isla y el cambio de realidad política en República Dominicana hacen que Cestero cese en su interés de presentar la realidad dominicana en la novela. García Godoy lo incluye dentro de su tendencia de la novela de carácter nacionalista.

Otra recepción de la novelística de Cestero nos la da José Ramón López, quien realiza un canon de la novela dominicana, poniendo sobre “Enriquillo”, la novela de Galván, a “La sangre”. Destaca en el autor el colorido, la pintura y cataloga a Cestero como un Rembrandt literario.

Para el autor de “La alimentación y las razas” a “La sangre”, además de ponderar el estilo “se le agrega el estudio de la psicología del pueblo dominicano, especialmente el capitaleño” (“Letras”) asunto que será un lugar común, pero que tiene sus refutadores.

López sintetiza que el mejor estilista es Cestero y que Galván en “Enriquillo» es elmejor novelista histórico.
Una de las críticas más demoledoras a la obra de Cestero la emite Félix Evaristo Mejía. El continuador de la obra de Hostos podría tener razones para no aceptar la poética de Cestero porque ambos pertenecían a escuelas disímiles: Cestero, al Colegio San Luis Gonzaga y Mejía, a la Escuela Normal.

En “La sangre» se notan las diferencias entre estas dos juventudes estudiosas de fines de siglo. Mejía dice a Horacio Blanco Fombona que “La sangre” es una obra de puro naturalismo y de un verismo desolador (“Letras”, 158). Lo caracteriza como un seguidor del determinismo de Taine y dice que se baña en un realismo desnudo. También critica su mirada: “Naturalismo puro y suyo, realismo vergonzante que se oculta como sierpe nauseabunda bajo fragante alfombra de violetas. Tapiza horrible y pestilente sobre el regazo de una rica hembra” (159).

La relación de la narrativa de Cestero con el arte de la novela francesa lo enuncia sin desperdicios Mejía: Cestero es “sectario dibujante del arte del color comoMérimée”; “pegado a la frase impecable” como Flaubert; “naturalista experimentalista, fisiólogo y patólogo” tal Zola; “particularista de casos patológicos y raros, individuales, familiares y sociales, a modo de Goncourt” (161). Termina su mordaz crítica diciendo que “de “La sangre” dijera de la zorra la fábula: hermosa, pero sin seso” (164).

Los juicios más contemporáneos sobre “La sangre» aparecen en la edición de la Librería Dominicana recopilados por Vetilio Alfau Durán. Todos ellos buscan distinguir la obra en el canon dominicano y alcanzan a ubicarla en el plano de la literatura hispanoamericano. El estilo, la forma, el colorido, el modernismo, su lenguaje son atributos que la elevan dentro del concierto de novelas escritas a principios del siglo XX.

Por otra parte, el crítico Olivier Batista Lemaire realiza un estudio para la reimpresión de la obra de 1955 en el que debemos destaca: “podemos atestiguar, sin temer equivocarnos, que La sangre acuña de un personaje de novela moderna y que merced a esa dimensión no prototípica de Antonio Portocarrero, salimos de la novela política de tono grave y moralizador, donde los personajes son ideas”. (Novela, vol. VI, 21). Mientras que Manuel García Cartagena postula que el lector actual, alejado de los acontecimientos que narra Cestero, puede hacer otras valoraciones de la obra, no como un catálogo de hechos referentes a la sociología. (“Tulio M. Cestero en la escena de su época”, en Tulio M. Cestero, “Obras escogidas, 1. Novelas”, 2003, 53).


Finalmente, León David perfila la novela de Cestero como una de las mejores escritas en los primeros años del siglo XX y la parangona a “Los de abajo”, de Mariano Arzuela, “Don Segundo sombra”, de Ricardo Güiraldes, “La vorágine”, de José Eustasio Rivera y, concluye que en el concierto de esas novelas la dominicana sale favorecida… (“La sangre magna expresión de la novelística hispanoamericana” xix, Editora Nacional, Colección Biblioteca Dominicana Básica.

León David perfila que la novela de Cestero como una de las mejores escritas en los primeros años siglo XX

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