Cualquiera con buen criterio, que lea con tranquilidad las noticias locales e internacionales acerca de los sucesos recientes en que varios turistas extranjeros fallecieron, puede entender que ese tipo de sucesos suele tener lugar donde quiera que haya turismo masivo. Especialmente, cuando se trata de personas con padecimientos previos de salud, o con estilos de vida desorganizados. Tampoco debe escandalizar que alguien se intoxique con alcohol o con cualquiera otra sustancia en recintos hoteleros con gran variedad de bebidas y alimentos, absolutamente incluidos, a toda hora, día y noche.
Desde luego, competidores desleales de nuestro turismo (y acaso algunos desafectos del gobierno de turno), tendrán oportunidad de exagerar y poner al rojo dicho tema en prensa y redes, para acaparar audiencias ingenuas y ganarlas como “seguidores”.
Todo ello no excusa las innúmeras fallas de nuestro sistema de seguridad y vigilancia; ni el ambiente permisivo y degenerado que se vive en algunos enclaves turísticos del país, con saldos de delincuencia variada y surtida que afectan mayormente a extranjeros residentes, y a criollos involucrados a negocios espurios cercanos al turismo.
En lo que respecta a los sucesos y publicaciones recientes, lo más sorprendente es que, teniendo el gobierno una maquinaria propagandística costosa y portentosa, no se haya realizado aún una campaña de defensa de la imagen de nuestro turismo formal y de enclave, en la cual la criminalidad contra turistas es prácticamente nula. Especialmente, porque como destacó recientemente un conocido economista, en una publicación (probablemente pagada por las propias autoridades dominicanas), según los datos oficiales del State Department de los E.U.A., la República Dominicana es uno de los países con menor tasa de mortalidad (por causas diversas) de ciudadanos estadounidenses en todo el mundo, ya que de cada 100 mil que llegan a R.D., muere tan solo el 0.6, por causas diversas. Ocupando nuestro país el puesto 58 en la lista, muy por debajo en peligrosidad que naciones tan prestigiosas como Uruguay (con 7.5 muertes por cada 100 mil), y tan turísticamente renombradas como Tailandia (6.6); o Costa Rica (2.2); siendo nosotros menos peligrosos que el resto de países de la región, exceptuando solamente la Argentina.
Lo que es difícil de entender es que nuestras autoridades todavía no hayan provocado ruedas de prensa, con artes gráficas y titulares claros y fáciles de entender, resaltando datos y fuente claves: el Gobierno de los E.U.A. Toda esta información debidamente publicada en medios relevantes del mundo; y enviada a todas las agencias y espacios publicitarios vinculados al negocio del turismo a nivel mundial. A su vez, todos los dominicanos, aun los que no quieren saber del gobierno, del partido ni de reelección, habrían de reenviar numerosos WhatsApp a sus contactos con lo fundamental de esa información.
La gente que viaja, especialmente los turistas habituales, suelen tener suficiente criterio para entender y confiar en los datos del State Department.
Más que para apabullarnos, los hechos y especies diseminadas, deberían convertirse en una oportunidad adicional para nuestro creciente turismo.
Y para que cuidemos mejor nuestra seguridad y nuestra imagen.