POR BINGENE ARMENTEROS
El Prado, el Guggenheim, el Valle de los Caídos, las Ramblas, la Sagrada Familia, las corridas de toro, el teatro madrileño, las fiestas de Pamplona, entre otras son algunas de las atracciones turísticas populares de España. Pero en este país hay más que conocer. Hay pueblos pequeños de poblaciones mínimas que tienen caseríos con historia, hay cuevas con jeroglíficos de siglos pasados, hay terreno amplio y vasto para explorar. Este año me aventuré y viajé por esas aldeas que no son tan populares y sólo en mapas muy detallados son nombradas.
¿Cómo tomé la decisión de hacer este turismo? Pues hice lo que hoy en día está muy de moda. Me senté frente al Internet e hice una búsqueda de actividades y turismo rural que fuera acorde con mis gustos. Innumerables opciones aparecieron en la pantalla y elegí aquellas que estuvieran cerca de Bilbao, ciudad que iba a visitar ya que vive ahí mi bisabuela.
Alquilé un carro, o un coche, como dicen los españoles y viajé hacia Santa María de Mave. Camino a Santa María de Mave, donde me hospedé paré en uno de los pueblos más bonitos que he visto de España, Santillana del Mar. En esta localidad las casas, las iglesias y hasta el piso están construidos de piedras blancas. Es un pueblo silencioso y antiguo que con su arquitectura preservada nos transporta a su época de nacimiento, de la edad media. Pero su belleza no es su sólo atractivo sino las cuevas de Altamira. Estas son consideradas como la Capilla Sistina del arte cuaternario ya que tiene aproximadamente 14,000 años con jeroglíficos en los techos y las paredes. Entrar a estas cavernas es casi un imposible ya que están muy protegidas para que no se dañen los dibujos. Para poder disfrutar de las Cuevas de Altamira hay que hacer reservaciones con 6 meses de anticipación.
De Santillana del Mar llegué al Convento, una posada real localizado en Santa María de Mave. Este tipo de hotel es muy popular ya que tiene un bajo costo, esta nuevamente renovado y lleno de cultura y/o historia. Las posadas reales por lo general son viejos caseríos, monasterios o antiguos conventos en donde ocurrieron acontecimientos históricos.
Al día siguiente temprano en la mañana manejé hacia un establo de caballos donde cabalgué por los Picos de Europa. Montañas rocosas que parecen ser gigantes pedruscos. Estas moles rocosas protegen las granjas agropecuarias que están en sus valles silencios. Las resguarda de los vientos torrentosos que chocan sus cimas-picos con vistas espectaculares de lagos y ríos, de granjas y antiguas iglesias. Desde sus cumbres acariciadas por las frías nubes vi un contraste entre la mano del hombre y la divina y lo que empezó como un viaje aventurero terminó casi siendo un recorrido espiritual.
Después del paseo a caballo me trasladé hacia Haro, pueblo en la Rioja reconocido por sus vinos. Llegué la noche de sus fiestas patronales y pude disfrutar de La Batalla del Vino. Después de un día conociendo los viñeros y degustando la comida típica de la región, como los locales, en la noche disfruté en las celebraciones y al amanecer como todos aquellos de Haro caminé hacia la cima de una colina cercana donde se celebra una misa y la famosa batalla de litros y litros de vino. La Pena o las masas de gente llevaban pistolas de agua, globos, y hasta maquinas de fumigar llenas de vino y por horas se bañan en el liquido rojo bailando y cantando para luego como lo hice yo correr a dormir una larga siesta.
Al despertar una vez más me subí en el carro y conduje hacia Bilbao donde terminó mi ruta turística, distinto a lo que estaba acostumbrada. Diferente, pero impactante y algo que definitivamente haré en mi próximo viaje a España. Tomare otra ruta y haré turismo rural.