Turismo y arrabal

Turismo y arrabal

El IX Censo Nacional de Población y Familia permite reafirmar que la provincia La Altagracia es a la que más migran dominicanos de otras regiones, y extranjeros, con un 44.3% del total, superando a la provincia Santo Domingo (42.7%) y el Distrito Nacional (37.5%).

El imán que atrae habitantes es el vertiginoso desarrollo del turismo en esa parte del país. Esto es bueno y es malo al mismo tiempo. La infraestructura turística aporta a la generación de empleos y a la economía en sentido general. Pero una parte de los nuevos habitantes de la zona  han ido construyendo un arrabal que ya amenaza al turismo que los atrae con expectativas de trabajo.

Para proteger al turismo hay que evitar el arrabal y esto no significa impedir que la gente vaya en busca de trabajo y se radique en el entorno. Significa planificar una periferia que pueda acoger asentamientos humanos sin llegar al hacinamiento que  atenta contra factores que constituyen el atractivo para los turistas. Puerto Plata fue alguna vez un prototipo de desarrollo turístico, una tacita de plata en la costa atlántica, hasta que el arrabal lo sitió y le dio jaque  mate. Bávaro, núcleo del desarrollo turístico de La Altagracia, se ha ido arrabalizando a una velocidad pasmosa y se nota ya la influencia del congestionamiento en el ambiente de la zona. Las autoridades han debido prever este evento sociológico y planificar un entorno amigable y atractivo para con el turismo.

Rezagados en transparencia

La Ley 200-04, de Libre Acceso a la Información Pública, lleva ocho años en vigencia pero solo un 54% de las dependencias oficiales  cumple la normativa que les obliga a colocar en sus páginas electrónicas información administrativa sobre sus nóminas de personal, niveles salariales y otros detalles. La comprobación fue hecha en el monitoreo de la  Ley 200-04, efectuado por el grupo cívico Participación Ciudadana.

Hay un rezago inexplicable en el cumplimiento de esta norma de transparencia,  que procura la mayor claridad en el manejo de los recursos del poder. Lo peor es que nadie se ocupa de hacerla cumplir, a pesar de que la propia ley determina los medios. La transparencia no es solo un enunciado o una prédica. Es un ejercicio que debe poner a la vista de todos la forma como se manejan los recursos del Estado. Hay que accionar para vencer este rezago en el cumplimiento de la ley.

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