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DE URLEZAGA  Y BALLET ROTO

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Cuando asistí a ver al bailarín argentino Iñaki Urlezaga, el pasado sábado 4, al Teatro Nacional, no esperaba sorprenderme tanto. El cuerpo de baile que nos visitó, sin lugar a dudas, es de primera calidad, los compases y rutinas que exhibieron en las dos piezas presentadas: “Carmen”, y “Apolo y sus tías” le merecieron sonados aplausos de los espectadores.

Pero no creo equivocarme al manifestar que ésa no fue la mejor noche del bailarín (en dos ocasiones falló en sus acrobacias), quien evidentemente ha tenido mejores exhibiciones. Lo que no sabemos, hasta la fecha, si fue el cansancio, exceso de trabajo, presión o qué, generó la visible distracción y hasta flojedad de su actuación. En cambio, sus bailarines sí se lucieron, incluso en la segunda pieza, “Apolo y sus tías”, cargada de humor, lograron el respaldo, a través de sonadas risas, de quienes ocuparon los asientos de la Sala Eduardo Brito del Teatro Nacional.

Mientras me llevaba esa impresión del afamado argentino, esperaba la actuación de Ballet Roto, quienes fungían como anfitriones danzantes de la noche. Mi emoción fue mayor cuando comprobé la calidad de las coreografías montadas por Víctor Ramírez y Mercedes Morales y los bailarines que estuvieron con ellos. Sencillamente, impresionantes. “La boda”, nos unió a todos. Nos despabiló la modorra de la primera pieza del argentino y nos envolvió en una magia contemporánea limpia, cuidada, llena de color y de ritmos, pero, sobre todo y esto es un valor agregado, la gracia y la frescura con que los bailarines locales “se metieron en un puño” al auditorio completo aquella noche.

Un aplauso grande para ellos, quienes sin mostrar la acostumbrada presión por quedar bien ante unos visitantes de renombre, presentaron un performance de altura, una amalgama de belleza rítmica que dejó un dulce sabor a éxito, a preparación, a calidad.

EL OSCAR DE ALLÁ, EL OSCAR DE AQUÍ


Esto de ver (por obligación) las transmisiones de los grandes eventos nacionales e internacionales, por televisión, para luego comentarles mis apreciaciones, más que un vicio, se me ha vuelto una obsesión. El pasado domingo estaba como loco observando las transmisiones simultáneas de la 78 edición de los premios Oscar, a través de Teleantillas, canal local con los derechos y TNT, el canal internacional, que con su filial latinoamericana, emitía sin subtítulos.

Así como me quejo de los locales, puedo decir que en muchas ocasiones, los traductores de TNT me desesperaban por su lentitud, perdiéndonos algunos de los parlamentos de ganadores y presentadores y (ojala esté equivocado), pero tomando en cuenta lo organizados que son esos extranjeros, debían tener, por lo menos, los discursos de los presentadores. Mientras aquí queremos crucificar a quienes fungen de intérpretes (a veces pienso que por ese complejo de Guacanagarix que llevamos en la sangre). Aunque también Miguel Cunillera y Giselle Mueses, se excedían en explicaciones, no estuvieron mal del todo, lo que significa que tampoco estuvieron bien del todo.

Yo preferí ver ambas transmisiones, no sé si gané o perdí detalles, pero sí me quedó la sensación de poder comprobar que no todo es perfecto, “allende los mares” y que no todo es un caso, en esta media isla. Vuelvo y hago la misma observación, creo que para esos eventos, lo único que deben tener los traductores es la preparación suficiente, en cuanto al evento que se está realizando. Y ellos, Cunillera y Mueses, lo tienen. Hasta la próxima.

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