POR FRANCIS MESA
No sé por qué la gente se sorprende cuando escucha decir que las estrellas infantiles no siempre son los angelitos que quieren aparentar o, que siendo ya adultos (as) cometen los típicos errores de los mayores, olvidándose de lo que dicen delante de las cámaras o frente a un micrófono.

Esto lo digo porque próximamente viene al país Floricienta, una especie de ídolo de niños y adolescentes importada desde Argentina (y según el mito, no es fácil lidiar con el carácter y el ego de los nativos de este país suramericano), pues la cosa es que, la actriz en cuestión, no es nada más, ni nada menos que eso, una gran actriz.

Quienes la ven en la telenovela, tan dulce e inocente, soñadora y solidaria, no se imaginan el carácter de esta jovencita. Revisando publicaciones e historial suyo a través del Internet, me he enterado que lo suyo es pura apariencia. Sus fanáticos que ni sueñen con tenerla cerca. Quiero ver cómo conseguirán los ejecutivos de Antena Latina llevarla hasta alguno de sus programas –Alambrito la está anunciando con bombos y platillos- pero ella (como toda diva que se respeta) no suele conceder entrevistas, ni hacer televisión. Ojala y Saymon Díaz logre convencerla (claro, a través del contrato, porque luego no habrá quién la obligue). Según supe, hasta allá fueron algunas personas enviadas por el joven empresario y que ella, literalmente, les hizo un «foh».

Así que, niños, niñas y demás, vayan preparados. No se hagan ilusiones con la florcita aquélla.

LA FERIA POR TV

Que los organizadores de la Feria Internacional del Libro quieran darle a este evento un matiz espectacular, me parece bien. Que no escatimen en recursos para mostrar un acontecimiento de esta magnitud por todo lo alto, lo aplaudo. Esta es una forma de decir «miren lo que estamos haciendo, qué bello nos está quedando todo». Ahora, entonces, ¿por qué no cuidar los detalles para que luego no aparezcan los típicos baches que a todos molestan?

Ya muchos lo han comentado y yo me uno. No es justo que «justo» (la redundancia es a propósito) cuando el show del Teatro Nacional se nos ponía de lo más bueno, lo cortan para transmitir los números de la lotería. Yo quería meterme por el aparato y crucificar a quien lo hizo. (Ya ven que quedé afectado con los términos de la Semana Santa, esto por aquello de la «crucifixión»).

Con todo y su alfombra de letras, sus presentadores (ahora una cobita a Marivell y a Freddy) presiento que el asunto no les quedó como planificaron. Y ni hablar del trabajo de maestría de ceremonias, Bolívar Soto falló en muchas oportunidades, pero gracias a experiencia de Socorro Castellanos, no se vino todo abajo. Y me duele decir esto, porque no pretendo hacer de este chico un chivo expiatorio de mis escritos, pero yo no soy el culpable. Es más, para que sepan, en realidad, Bolívar me cae bien, sólo que a Juan lo que es de Juan. De todos modos, ojala que en las siguientes entregas tengan todos estos detalles tomados en cuenta. Que tantas obras teatrales, espectáculos artísticos y puestas en circulación, también puedan ser vistos por los televidentes, por ejemplo, los del interior del país que no puede venir a la Capital a deleitarse con estas actividades. Hasta la próxima.