Este es un importante momento para la Universidad Autónoma de Santo Domingo, institución pública que ha experimentado una significativa expansión física y juega un rol sobresaliente liberando a su alumnado de las tarifas generalmente altas de los centros privados.
Estemos conscientes de que el creciente conglomerado que allí forja su futuro no debe escapar por ninguna brecha, segmento ideológico, político o de cualquier otra índole sectaria, de la autoridad de su rector y organismos afines de dirección. El dilema es que habría caos y pérdida de docencia por culpa de una minoría con débiles motivos, si la familia universitaria en pleno no se somete al orden debidamente establecido.
Las protestas tienen que estar permitidas, ciertamente. Es lo democrático y académico. Pero el desmán no tiene razón de ser. El uso de la violencia, que anteayer alcanzó niveles extremos con destrucción e incendio; como insurrección en el corazón mismo del campus por excelencia de la tradición académica dominicana, merece la más absoluta condena de toda la sociedad. Se trata de estallidos que parten de un enfoque errado contra un mínimo aumento tarifario y tras las sanciones aplicadas legalmente a los supuestos autores de anteriores agresiones en el Alma Mater. El rechazo a esa conducta violenta debe expresarse con vigor desde todas las áreas académicas y administrativas de la UASD y en respaldo a su rector. No lo dejen solo.
Una pertinente recomendación
Los feminicidios con perfiles epidémicos escapan mucho, por lo impredecible de mentes asesinas, a la prevención de corto plazo. Una violencia larvada en la cultura y agravada por la falta de educación y de valores. Los huérfanos que causan son las peores consecuencias sociales tras la destrucción misma de la vida de las progenitoras.
La ex cirujana general de Estados Unidos (ex ministra para nosotros) doctora Antonia Novello, ha llamado la atención del país para que reaccione con toda la protección de lugar para esos seres que caen en el desamparo por la abrupta desaparición de sus madres, y muchas veces también de sus padres. Un vacío ominoso para ellos y también para la sociedad. Los feminicidios originan, al tiempo de manifestar extrema crueldad contra mujeres inocentes, el crecimiento en el país de una infancia desvalida, riesgosa, probablemente atada a un circuito de reproducción de la barbarie.