Ubi Rivas – El padre Rogelio Cruz

Ubi Rivas – El padre Rogelio Cruz

La imposición del superior de los Salesianos al Padre Rogelio Cruz para que cesase en sus funciones como párroco de la iglesia de Cristo Rey revela la presión de un gobierno sobre la iglesia Católica y también la debilidad de ese gobierno ante la actitud laudable de un ministro de Dios actuando en consonancia con sus feligreses.

En efecto, los diarios del 31 de diciembre, relatan e ilustran como gráficas, cuando el padre Rogelio recogía sus bártulos, obligado por el superior mundial de los Salesianos, para abandonar la parroquia del populoso sector capitaleño, donde el padre Rogelio fue simplemente un eco de las angustias de sus feligreses, ni un centímetro más de nada.

Lo peor de todo es que el superior de los Salesianos, instruido al efecto por el papa Juan Pablo II, no asignó función alguna en ningún punto del país al padre Rogelio, señalándole en parábola, la senda de ahorcar los hábitos, porque el pare Rogelio no acepta abandonar al país.

Siquiera en Pedernales, musitó apenas, muy quedo, el resuello cortado por la importancia de acatar la orden de su superior, podría proseguir su misión sacerdotal, que fue ignorada por el superior de los Salesianos, con algunas reconvenciones no reveladas, pero que suponen la expulsión de sus hábitos de proseguir en su misión consustanciada con su pueblo.

Pueblo que sufre las estrecheses nunca padecidas en los últimos años, y que es menester remontarse a los años 1958 a 1962 final, en que el país padeció un ciclo de estrecheses económicas y sofoco político como solamente en los tiempos de los déspotas primeros que acogotaron las libertades públicas, Pedro Santana, Buenaventura Báez y Ulises Hereaux.

Si para el presidente Hipólito Mejía el abandono de la parroquia de Cristo Rey por presión del sacerdote Rogelio Cruz no es una derrota, sino una victoria, para la inmensa mayoría de sus gobernados resulta evidentemente lo primero.

Lástima produce que un gobierno tema más a la actitud de un religioso vinculado estrechamente con sus feligreses, que el conjunto de desaciertos en lo económico y en lo político, que conducirá al presidente Mejía a un inexorable Waterloo electoral muy similar a la que propinó Juan Bosch a Viriato Fiallo en las elecciones del 20-12-62, en que el conteo fue de 619,491 votos contra 317,327 a Viariato Fiallo y Unión Cívica Nacional, sepultándola para siempre del escenario político.

En esta ocasión, será el doctor Leonel Fernández quien propinará una zurra electoral sin precedentes en los últimos tiempos, no porque el expresidente Fernández sea una figura excepcional ni tampoco que acometerá con éxito los problemas prioritarios que aquejan a los dominicanos, sino porque la experiencia demuestra que el voto se ejerce no a favor de un candidato, sino para castigar lo que un gobernante no realizó para colmar las expectativas de los votantes.

El doctor Fernández será catapultado en andas por el presidente Mejía al poder en función del desastre de gobierno que ha realizado donde ni el más mínimo sector, excluyendo el hotelero/turístico, no ha sido severamente afectado por las ejecutorias, sobre todo en el litoral fiscalista, de endeudamiento interno y externo y en el desorden administrativo.

Esas lacras lacerantes de este gobierno era lo que el padre Rogelio denunciada, de ninguna manera excento de presión también por sus feligreses, a quienes un ministro de Dios debe y tiene que responder porque sino, entonces la pastoral no tiene razón de ser y se trocaría en la antítesis de su esencia y su fundamento incuestionables.

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