Ubi Rivas – Haití a dos siglos

Ubi Rivas – Haití a dos siglos

El día primero del presente mes de enero, Haití conmemoró el bicentenario de su independencia política, cuando el general Jean Jacques Desalines venció a las tropas napoleónicas en la batalla de Vertirs, en las inmediaciones de Ciudad del Cabo, y proclamó la independencia en Genaives, con un saldo de millones de haitianos muertos y 62 franceses.

El 17 04 1825, Francia reconocía la independencia de su colonia más próspera, donde se cubrió de infamias por la represión más salvaje que conocen los infolios de la historia estrenando contra los haitianos las formas más perversas y aberrantes de torturas horribles, degradantes, inhumanas.

Pero trece años antes, un negro jamaiquino llamado Brokmann, concitó a sus paisanos a la rebelión contra la expolio y la barbarie de Francia contra los negros, iniciando el 22 08 de 1791 la lucha por librarse de la coyunda del martirio, la esclavitud y sus abominables tentáculos protervos.

En la plantación de Breda, un esclavo, Francois Dominique Toussaint, que desaprobaba la violencia, vacilaba en decidirse a apoyar la violencia, de la cual no era partidario, debido a sus profundas creencias católicas, a sus 52 años entonces, decisión que adoptó un mes después, contribuyendo a que escapa ileso el propietario francés de la plantación donde laboraba como esclavo, gesto que le enaltece.

Lideró un ejército de más de 50 mil hombres, el doble de lo que el general George Washington reclutó para enfrentar a los ingleses cruzando el Delaware, y ganar, en 1776, la independencia del primer país del Continente. Toussaint preparó a Dessalines y Enrique Cristóbal, para la independencia del primer país negro del mundo y el segundo de América.

El 21 de enero de 1801, Toussaint entró triunfante en la ciudad de Santo Domingo como invasor, opresor de las libertades de un pueblo, en contraste con su rol de independizar el suyo, montado en una mula, y despojado de la fanfarria de su vistoso uniforme con galones de oro y torso entorchado.

Reclamaba en su acción interventora y de opresión al balbuciente pueblo dominicano, la reivindicación del tratado de Basilea del 22 07 1795 mediante el cal, Carlos IV de España cedía toda La Española a Napoleón Bonaparte, es decir, a Francia, principio haitiano de la unificación de la isla de Saint Domingue. Empero, el tratado de Paris, del 30 05 1814, firmado por Francia, Austria, Rusia y Gran Bretaña, Francia devolvía la parte oriental de La Española a España, quedando nulo y sin efecto Basilea y, por consiguiente, enarbolar la unificación de la isla era un contrasentido, una ilegalidad y una temeridad de Estado.

Eso, no obstante, es lo que siempre ha insistido Haití con la parte Este de La Española, hasta nuestros días, en que la fusión adquiere la estrategia de invasión lenta, pacífica, silente, que presagia otro octubre de 1937 a la vista.

En dos siglos de existencia como Estado, Haití no ha podido o no ha sabido acometer los retos primarios de una sociedad, conservar sus recursos naturales el primero de todos, presentando Haití el panorama de un erial con todos sus bosques arrasados, un término muy recurrente en la siquis haitiana para todo.

Haití es el país más empobrecido del mundo, con el menor crecimiento del PIB, con la mayor mortandad infantil, con el cúmulo de mayores males endémicos sin respuesta y donde la inmensa mayoría de sus gobernantes han resultado déspotas, asesinados unos tras otro, y en los breves periódos de democracia, entre 1930 1961, Haití fue arbitrado en gran manera por los designios del poderoso vecino suyo, el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo.

Seguiremos con el tema en próximas entregas.

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