Ubres de novelastra

Ubres de novelastra

Perdón, tomo prestado de Federico el título de su celebrada obra. Pero, “a parte y punto”, el tema aquí tratado es más simple, menos complejo aunque fascinante. De inocultable realidad: las tetas de las vacas del Estado, infinitas, inmensas, y -según lo atestiguan los hechos- decididamente sabrosas. Como las de Amarcord,  de Fellini, pero mucho más. Nadie quiere desprenderse de ellas. No dan calenturas, sólo seguidilla. Todos, sin distinción desean, ansían, quieren ordeñarlas, succionarlas, chuparlas, disfrutarlas  aunque sea un chin, que después veremos. Comérselas, atragantárselas si fuera posible, solitos, sin pensar que en el rebaño hay  más hambruna que hambrientos y glotones, demasiados  golosos que esperan y desesperan, discuten y se pelean aun entre sí. Algunos ordenadamente, haciendo fila donde el Caporal los vea; otros en completo desorden. Como diría la canción, “sin razón ni medida….”

Los de adentro no quieren, ni por asomo,  salirse del corral presupuestario donde son ordeñadas  las vacas del Estado y los de afuera quieren “volver, volver, volveeer.” Unos y otros, como  borregos, con sed insaciable, añoran ese gustito que no es ni dulce ni amargo, solo exquisitamente placentero: la depredación de las arcas del Estado, el despilfarro, la mordida, la vida regalada, la que se obtiene costa de los demás infelices,  los indiferentes,  los Juan Bobo, pendejos de mi tierra. Esos que, siendo muchos,  valen muy poco, apenas un litro de “solidaridad” o un galón de soborno durante la campaña electoral,  absolutamente democrática, donde todos, los que están, los que se fueron y los que aspiran, hacen y deshacen, asociados lo que les venga en ganas: capú, “coca, mandó  la ley”, en completa impunidad.

Los grandes patrones, los que reparten el festín se reservan las vacas productoras de abundante leche, condensada y evaporada, gratas a su paladar exquisito. Vacas sagradas, presidenciables, intocables, como Elliot Ness, usufructuarias de  concesiones mineras, de playas, de  metros y túneles, de contratas, de barrilitos no cerveceros, de exoneraciones,  vacas  generosas que dan su nombre a quienes no se cansan de mamarlas y amamantarlas.  Vacas gordas, sagradas, privilegiadas que se pasean orondas por  umbrías praderas de obsequiosidades, simulación,  corruptela, libres de pecado, a ver quién tira la primera piedra. Ahora se revela como  novedad, el destete de 21 ex asesores de la extensa nominilla de la CDEEE y su  inefable predecesor. Demandan la friolera de RD$20,000,000, presuntamente, por “ordeños  realizados y no pagados.”

Los legisladores electos y reelectos pujan  por nuevas exenciones para importación de vehículos de lujo, aumento en sus pobres “salarios ordinarios” bueno para el cálculo de pensiones cuando les toque  abandonar la hacienda, sin desprenderse de aquellas ubres tan queridas como el balance de su declaración jurada de bienes, leche pasteurizada y homogeneizada, derramada. Y aquí acabo el cuento, mientras alguien somete un proyecto de ley para “controlar el ejercicio del poder.” No sé, pero imagino que  hay sobrada materia prima, como diría Marcio, para que Federico o Israel se inspiren en una nueva novelastra, ahora que “aparte y punto” llegó,   desdichadamente, a su punto final.           

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