¡Ulloa resplandece!

¡Ulloa resplandece!

Alberto Ulloa aporta una serie de obras capitales al “corpus pictórico identitario” dominicano de la modernidad. Algunas de estas obras pertenecen a la colección del Museo de Arte Moderno.

En esta ocasión, me atrae pensar, por ejemplo, en su “Lamento Americano” (1977), pintura de formato respetable y rigurosa formalidad en la que predominan los tonos sombríos, los rojos y los ocres.  Desde luego, la pintura es mucho más que el “documento de la herida”: dolor histórico, histérico y “estigmatico”; escisiones epidérmicas y/o mentales que todavía signan la consciencia Caribe/Latinoamérica.

En el plano izquierdo superior, con el rostro crispado, grita el hombre sobre el buey que ya no puede más sobre este mundo.

En el plano derecho superior, la figura femenina evoca el llanto y la des-esperanza de los despojados de la tierra. El buey cansado, tirado en el suelo, con el paquete de caña de azúcar a cuestas; el machete, la collera y la terrible tristeza en los rostros de los dos personajes sobre un horizonte al borde del incendio, vitalizan esta metáfora de la precariedad y la des-esperanza que sitúa la personalidad creadora de Alberto Ulloa al mismo nivel de  los grandes pintores latinoamericanos del siglo XX cuyas propuestas trascienden más allá de sus inevitables remisiones hacia lo ideológico y la sociorealidad, tales como Portinari, Tamayo, Siqueiros o Guayasamín.

Ahora mismo, los huesos de los grandes maestros señalados más arriba se calcinan bajo la tierra y sobre el fuego del tiempo. Y es verdad que aunque no se pueda decir lo mismo de sus tumbas y ataúdes, las obras de los grandes muertos “siguen subiendo en el mercado”. Pero, sucede, ¡oh sorpresa¡, que nuestro Alberto Ulloa está “requetebienvivo”, en altísimo y pleno vuelo internacional. En efecto, el Maestro Ulloa está como un pichón de Guaraguao; como un cachorro juguetón, dispuesto a morder  y a revolcarse sobre los territorios del sueño y la imaginación; sobre las fascinantes texturas de su alquimia,  de su policromía y de los fértiles abismos de su lúcida práctica pictórica.

Lo que digo es que Alberto Ulloa tiene y le falta demasiado que decir. No puedo yo decirlo, yo no sé por qué, pero ahora Ulloa resplandece de nuevo. Ahora está más inocente, más dialógico, risueño, instintivo, delirante y sugestivo que nunca; pintando el resplandor, el paisaje, el “sabor” y el sentido de la tierra; sus gallos traviesos e irreverentes; sus  “naturalezas vivas y muertas”; la luz, la magia y “el aire de la isla”.

Cada vez mejor, cada vez con más pasión y vitalidad, aunque han pasado ya cuatro décadas desde su sorpresivo despunte en Santo Domingo y Madrid como uno de los jóvenes pintores hispanoamericanos más distintivos, eclécticos y renovadores del momento.

En el marco del “Circuito de Galerías” noviembre/diciembre, Ranier Sebelén y la Galería Bodden combinan esfuerzos y entusiasmo al presentar la más reciente exposición de este consagrado artista dominicano. Dicha muestra, compuesta por una apretada selección en la que destacan: “Vaca y Paisaje”, “Naturaleza Viva y Muerta”, “Atardecer ilogico”, “La Eternidad”, “Estallido”, “La pareja”, “El Gran Gallo”, “Crepúsculo”, “Otoño” y “Pueblo de ayer”, nos permite vislumbrar a Alberto Ulloa radicalizando sus rupturas y sus experimentaciones con los límites y hacia la libertad; con las “limitaciones ecológicas” propias del contexto latinoamericano; trascendiendo con su obra hacia otros espacios de resonancia, espectadores, lecturas criticas o apreciaciones cada vez mas globales y exigentes.

Son obras realizadas en las diferentes técnicas y soportes tradicionales que nuestro  excepcional imaginero domina de modo magistral: oleos sobre tela y madera; dibujos sobre papel, técnicas mixtas y esculturas en piedra y cerámica.

En estos brillantes ejercicios creativos recientes de Alberto Ulloa, confrontamos una propuesta, o más bien, una poética pictórica que opera y resiste con admirable efectividad, en primera instancia, desde su impactante policromía arrebatada y a través de un  recursivo expresionismo abstracto cuyos resortes líricos y esplendor energético nos sensibilizan y deleitan hasta unos niveles indecibles de estremecimiento.

En síntesis

Alberto Ulloa

Nace en Altamira, Puerto Plata (1950). En 1975, tras graduarse en la Escuela Nacional de Bellas Artes, recibe la Beca Abelardo Rodríguez Urdaneta para realizar estudios de Postgrado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, España, donde permanece hasta 1982. En la Academia de San Fernando, Ulloa se especializa en Pintura Mural al mismo tiempo que asiste a la cátedra de Historia de las Ideas Estéticas en la Universidad Complutense de Madrid. En 1975 obtiene el Primer Premio en la Bienal Internacional de Arte de Marbella y el Segundo Premio de Pintura del Colegio Hispanoamericano de Madrid. Ha realizado mas de cien exposiciones personales y ha participa mas de mil colectivas a nivel nacional e internacional. 

En 1976, Ulloa recibe el Premio Casa de España en Santo Domingo y el Premio Adaja, Ávila, España. En 1977 expone individualmente en la Galería Durban de Madrid y Caracas. En 1979, con su obra “Monumento al Violinista”, obtiene el Primer Premio de Pintura de la XlV Bienal Nacional de Artes Plásticas. Su obra pertenece a importantes colecciones públicas y privadas de los Estados Unidos, Europa, Asia y America Latina. Ha sido registrada en la Enciclopedia Británica, Diccionario del Arte Universal, Enciclopedia de las Artes Platicas Dominicanas, Obras Maestras de la Pintura Dominicana, por Cándido Gerón y Memoria de la Pintura Dominicana, escrita por Danilo De los Santos y editada por el Centro Cultural Eduardo León Jiménes.

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