NUEVA YOR. El último de los cuatro títulos de división consecutivos ganados por los Tigres de Detroit fue el más arduo de todos. Tal vez sufrir más de la cuenta sea lo mejor para encarar la postemporada que el equipo de Miguel Cabrera pondrá en marcha a partir del jueves en Baltimore. Se trata de un cuarto intento para que este conjunto ensamblado a un costo de más de 160 millones de dólares otorgue a Detroit su primer campeonato de la Serie Mundial desde 1984.
Y la sensación es que esta podría ser la última gran oportunidad para que este núcleo lo consiga, al considera que el as Max Scherzer, el bateador designado Víctor Martínez y el jardinero Torii Hunter serán agentes libres tras la temporada.
Detroit arrancó el año con foja de 27-12, y todo hacía presumir que el resto sería un trámite. A mediados de junio, sin embargo, las derrotas empezaron a apilarse y Kansas City logró desplazarles del primer lugar en la división Central de la Liga Americana.
Con la adquisición del zurdo David Price para reforzar su rotación, los Tigres parecían enderezar el rumbo. Pero los abridores Justin Verlander y Aníbal Sánchez sufrieron lesiones y los Reales volvieron a reaccionar para un tira y afloja que se extendió hasta el último día de la campaña.
“Una vez que estás adentro (en la postemporada), cualquiera cosa puede pasar”, declaró el venezolano Martínez, quien fue el líder de jonrones y OPS de los Tigres en la campaña. “Da igual, ya sea con el wild card, ganando la división. Es borrón y cuenta nueva, todos comienzan de cero”.
Los Tigres cuentan con tres factores a su favor. 1. Un equipo experimentado en el fragor de octubre, que alcanzó las series de campeonato del circuito en los tres últimos años, además de la Serie Mundial de 2012.
2. Su rotación liderada por Scherzer, Price y un Verlander que —luego de un año mediocre— reverdeció en septiembre al acumular foja de 3-0 y efectividad de 2.89 en 28 innings cubiertos en cuatro aperturas.
3. Y Cabrera está sano, prendido con el bate en el momento ideal. No es el mismo tercera base que a duras penas se podía mover en la serie de campeonato que perdieron el año pasado ante Boston al completar 11 juegos de postemporada con promedio de .262, dos jonrones y siete remolcadas.
Ahora defendiendo en la primera base, Cabrera también redondeó un descomunal septiembre, luego de un año muy por debajo de sus estándares habituales que le llevaron a ganar el premio al Jugador Más Valioso en las dos temporadas anteriores (su cosecha de jonrones declinó de 44 a 25 y por primera vez desde 2009 superó los 100 ponches). Bateó para .379 con OPS de 1.118 en el último mes.
Estas son buenas noticias para los Tigres y la parte medular de su ofensiva, en la que un Cabrera en plenitud permite que el equipo amedrente al tenerle junto a los dos Martínez, J.D, y Víctor, complementados por Hunter, Ian Kinsler y Nick Castellanos.
Pero el talón de Aquiles sigue siendo un bullpen que no termina de dar garantías, un grupo de relevistas que acumula efectividad colectiva de 4.26 a partir del séptimo inning. La semana pasada, con el cetro de la división de por medio, el mánager Brad Ausmus prefirió dejar en el noveno inning a Price para completar una blanqueada ante los Medias Blancas, en vez de traer al cerrador Joe Nathan. Price no pudo preservar la ventaja y Detroit evitó la derrota cuando Cabrera bateó un sencillo que dejó tendido a Chicago en la parte baja del episodio.
Nathan convirtió 16 de sus 18 oportunidades de rescate tras el Juego de Estrellas, pero a menudo con una elevada cuota de sufrimiento. Detroit adquirió al relevista Joakim Soria a mitad de año, pero el mexicano se perdió un mes por lesión. Soria podría ser la primera alternativa para reemplazar a Nathan o a Joba Chamberlain en la tarea de preparador en el octavo.
También está una defensa que es la peor de los ochos equipos que avanzaron los playoffs, una que merodea los últimos lugares, con el trío de jardineros conformado por Rajai Davis, Hunter y Martínez. Y Davis es duda para la serie con Baltimore tras sufrir una dolencia muscular el último sábado.
“El béisbol es un deporte de adversidad y nos ha tocado lidiar con un montón este año”, indicó el segunda base Kinsler. “A veces se disfruta más de esta manera, cuando se tiene que sudar”.