Hay dos lingüistas internacionales de cuyos trabajos soy un devoto y asiduo lector, razón por la cual persigo con celo sus periódicas publicaciones. Son ellos, Umberto Eco y Noam Chomsky. De éste último, releo con frecuencia su obra Estructuras Sintácticas. Mi adicción a Eco se inicia con su afamada novela El nombre de la rosa. Ambos autores son excelentes arquetipos de maestros para aprender a seleccionar las palabras adecuadas en la construcción del pensamiento humano.
Hablar del arsenal bibliográfico del norteamericano Chomsky es tarea para titanes. Referirse a la producción literaria del italiano Eco es labor interminable. Para la ocasión comentaré únicamente el último libro de Umberto Eco que lleva como título Número Cero. Se trata de una novela histórica del siglo XX y la actualidad, donde el escritor demuestra la fuerza del poder mediático, a través de un juego con el tiempo, creando en el pasado una especie de ficticio semanario futuro vivido en el presente.
Veamos un par de fragmentos de tan entretenida y reflexiva joya literaria: <<¿La ira de Moscú? ¿No es trivial usar siempre expresiones tan enfáticas, la ira del presidente, la indignación de los jubilados y cosas por el estilo? No, dijo, el lector se espera precisamente estas expresiones, así lo han acostumbrado todos los periódicos. El lector entiende lo que está pasando solo si se le dice que estamos en un cuerpo a cuerpo, que el gobierno anuncia lágrimas y sangre, que se torpedea una ley, que el Quirinale está en pie de guerra, que Craxi descarga todos sus cartuchos, que vivimos una etapa convulsa, que no debe satanizarse al adversario, que es el momento de hacer los deberes, que estamos con el agua al cuello, o también, que estamos en el ojo del huracán. Y el político no dice o afirma con energía sino que clama. Y las fuerzas del orden han actuado con profesionalidad…>>
El final de la narrativa es maravilloso, allí el periodista le dice a la amada: <<El mundo es una pesadilla, mi amor. Yo quisiera bajarme, pero me han dicho que no se puede, viajamos en un rápido sin paradas intermedias. Cariño, buscaremos un país donde no haya secretos y todo se desarrolle a la luz del sol.
Entre Centroamérica y Sudamérica hay un montón. Nada está oculto: se sabe quién pertenece al cártel de la droga, quién dirige las bandas revolucionarias; te sientas en un restaurante, pasa un grupo de amigos y te presentan a uno como el jefe del contrabando de armas, bien puesto, afeitado y perfumado, con esa camisa blanca almidonada que se lleva por fuera de los pantalones, con los camareros que le hacen reverencias, señor por aquí, señor por allá, y el comandante de la Guardia Civil que va a rendirle pleitesía.
Son países sin misterios, todo sucede a la luz del día, la policía pretende ser corrupta por reglamento, gobierno y crimen organizado coinciden por dictamen constitucional, los bancos viven del lavado de dinero sucio…>>
Concluida la lectura nos queda el eco del prolongado aplauso que merece esta entrega del inagotable autor de La isla del día de antes, Umberto Eco.