Un “encuentro de expertos”

Un “encuentro de expertos”

HAMLET HERMANN
Empezando el mes de agosto de 2007, recibí una invitación de la Dirección de Información, Análisis y Programación Estratégica de la Presidencia (DIAPE). Se me convidaba a asistir a un “Encuentro de Expertos”. Esa reunión sería “a puertas cerradas” en la que 33 invitados podrían “opinar sobre el acontecer nacional y servirá como un espacio de retroalimentación en la víspera del cumplimiento de los tres años de la actual gestión gubernamental”.

Extrañado por la vaguedad de la invitación, respondí al doctor Carlos Dore Cabral pidiendo aclarara algunos conceptos que, para mí, eran sumamente importantes. Al no recibir respuesta, decidí no asistir. Con alguna experiencia guerrillera, he desarrollado instintos para identificar una emboscada y evadirla cuando no las tengo todas conmigo.

Para eliminar cualquier tipo de suspicacias políticas en torno a este encuentro, consideraba como imprescindible que ese “encuentro de expertos” fuera lo más transparente posible. Nada de cerrar puertas. Todo lo contrario. Lo más recomendable era que se abrieran las puertas y cada actitud quedara bien clara a la vista de todos. Asimismo entendía que, al finalizar esa reunión, debía compilarse el contenido total de las discusiones en un documento que se difundiría por todo el país. Esto así, porque ahora que se avecina la campaña electoral en la que el presidente Leonel Fernández es candidato a la reelección, un encuentro a “puertas cerradas”, organizado por la Presidencia de la República, en el recinto de una institución gubernamental, podía prestarse a confusiones que pudieran vincular a los participantes con proyectos políticos que no comparten de manera alguna.

Otro aspecto que quedaba en el aire era el de si nos arriesgaríamos, la DIAPE y los invitados, a celebrar una reunión tan importante y amplia sin contar con una agenda establecida previamente. Poco podrían expresar los treinta y tres “expertos” invitados en apenas ciento ochenta minutos que duraría el encuentro. Eso aparte del tiempo que consumirían los representantes del gobierno. Esta precariedad en materia de tiempo hacía suponer que la idea de que decenas de expertos debatieran profundamente los tres años de gobierno del doctor Leonel Fernández era una falsa ilusión. Durante los más de mil días de administración del Estado por este grupo político los “expertos” han escrito miles de artículos y han opinado en abundancia por radio y por televisión sobre las medidas tomadas desde el gobierno. Ante este derroche de opiniones, mal haría cualquier organizador si dejara a la espontaneidad y a la improvisación el desarrollo de la reunión. Parecía como si se le ofreciera el escenario al caos y a la anarquía.

Algo que también llamaba la atención en la convocatoria era que no se establecía parámetro alguno que permitiera deducir si el gobierno acogería alguna sugerencia de los “expertos”. ¿Existiría algún compromiso de parte de los administradores del Estado de que nuestras ideas serían tomadas en cuenta o tendríamos que resignarnos a hacer un ejercicio de retórica? Es de todos sabido que la DIAPE no tiene, dentro de la estructura gubernamental, un nivel jerárquico que le permita imponer a los ministerios o a la presidencia de la República las ideas o decisiones emitidas por personas ajenas al ámbito gubernamental. ¿Entonces, de que servirían nuestras opiniones? ¿De coartada?

Tampoco podía pasarse por alto que algunos de los “expertos” ahora convocados habíamos participado en eventos anteriores donde se discutieron proyectos de alto interés para el gobierno que preside el doctor Leonel Fernández. El Consejo Económico Social e Institucional (CESI) presidido por monseñor Agripino Núñez fue uno de ellos. De aquel encuentro, también “a puertas cerradas”, salieron en 2005 recomendaciones específicas y concretas que no coincidieron con las prioridades impuestas por el Poder Ejecutivo para la construcción de un tren subterráneo llamado Metro. Desafortunadamente, el presidente Fernández no sólo desestimó sin explicación alguna aquellas sugerencias sino que los criterios que contradecían a las opiniones del CESI fueron magnificados. Evidentemente, para este otro encuentro “a puertas cerradas” existía la posibilidad de que pudiera repetirse esa triste experiencia de desprecio gubernamental.

En resumen, decidí no asistir a ese “Encuentro de Expertos” a puertas cerradas porque el ocultamiento, la unilateralidad y la improvisación no son buenas bases para participar en una reunión que puede haber sido, en definitiva, una comedia.

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