Un 2020 cargado de utopías, preparado para darle la vuelta al mundo en 365 días y construirme una casa de veraneo en el estrecho de Bering para disfrutar de sus noches frías. Con una mochila llena de sueños y en este solo año hacer 5 maestrías, comprarme un tren de levitación magnética para transportar mi filantropía y convertirme en el amante preferido y perpetuo de su alteza la reina Letizia.
Un 2020 cargado de utopías, el próximo año seré recibido por el Papa Francisco para hablar de legitimar la concupiscencia y erradicar la idolatría. Me compraré un avión de elevación vertical para montar una sucursal aérea del morabito de doña Herminia. Un 2020 cargado de utopías, aspirando a eliminar el hambre en el continente africano y repartir sus riquezas naturales en beneficio de las mayorías; construir otra ruta de la seda y conectar a nivel global la solidaridad, la felicidad y extinguir la apatía.
Un 2020 cargado de utopías, un año propicio para erradicar la necropolítica, las guerras por los recursos y la xenofobia selectiva. Y, exterminar la oclocracia, la ineptocracia y la homofobia reprimida. Abrazarnos al desarrollo sustentable sin generar holocaustos en nuestras demografías y convertirnos en preconizadores del buen ciudadano, del altruismo y la fisonomía. Esperando un proceso electoral sin desasosiegos y, fumigar los medios de comunicación para aniquilar a los intelectuales condicionados, periodistas de pantomima y las legiones de bocinas.
Un 2020 cargado de utopías, aspirando a ver elecciones carentes de clientelismo y alejadas del mecanicismo y la monotonía. Añorando volver a ver el bochismo como filosofía política holística y, empeñado en que la meritocracia sea la fuente primigenia de nuestras doctrinas. El próximo año voy a edificar un retrete para tirar los partidos bisagras, a líderes de saco y corbatas y vendedores de lisonjearías.
Un 2020 cargado de utopías, esperando ver la unificación para el desarrollo del país entre conservadores, liberales y oportunistas. Dejar de ver gobiernos y comenzar a ver el Estado sin el complejo de guacanagarix y renegando de los chauvinistas. Y, viendo a los LGTBIQ y las iglesias caminando por las mismas familias. Un 2020 cargado de utopías, sin la sonrisa falsa de Hillary Clinton, el peluquín de Amable Aristy, el tinte Valdez Albizu ni la chaqueta de Quique Antún que tienen harto a las mayorías.