Un adiós a Monseñor Pepén

Un adiós a Monseñor Pepén

POR CHICHÍ DE JESÚS R.
La muerte del Obispo Juan F. Pepén Solimán, acaecida en la tarde del pasado sábado, priva al país de un auténtico líder espiritual, de un verdadero maestro, de un prelado que se distinguió por su defensa de la libertad, la justicia social y los derechos humanos.

Fue este ejemplar sacerdote quien, a instancia del Nuncio de Su Santidad, Lino Zanini, a mediado de enero de 1960, redactó la Carta Pastoral leída en todas las iglesias el día 25 del mismo mes y año, en la que los obispos dominicanos denunciaban públicamente las tropelías del régimen de Rafael L. Trujillo.

Papén Solimán, había expuesto al Nuncio Zanini y al Secretario de la Nunciatura, monseñor Luis Docena, la represión que contra la juventud mantenían los servicios de inteligencia del régimen, especialmente el Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Cumpliendo la encomienda de Zanini, el obispo higüeyano preparó el borrador de un documento pastoral que sirviera de base para una declaración final. El contenido de ese documento estaba dirigido a evitar males mayores por parte de los sicarios trujillistas.

«Eso no basta, hay que llegar más lejos. Hay que denunciar las violaciones a los derechos humanos y reclamar un cambio», le espetó Zanini a Pepén, cuando éste le presentó el primer borrador. El día siguiente, 23 de enero, se había redactado el texto del nuevo y último borrador y todos los obispos (Beras, Pittini, Polanco Brito, Reilly, Panal y el propio Pepén) fueron convocados a la Nunciatura, en la avenida Máximo Gómez, y de ahí partieron por diferentes vías hasta el Arzobispado, donde después de deliberar dieron su aprobación al documento episcopal.

Allí formaron los obispos presentes y el mismo Pepén fue comisionado a recoger la firma del Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Ricardo Pittini, quien por su ceguera y delicado estado de salud, había quedado en la Nunciatura. Luego de escuchar el contenido de la carta, Pittini exclamó: «Que Dios nos proteja».

Este y otros relatos sobre los valiosos aportes del obispo fallecido aparecen en el libro «Protagonistas Higüeyanos», del amor de este trabajo, obra que será puesta en circulación en los próximos días.

Pepén Solimán nació en Higüey el 27 de enero de 1920, hijo de don Felicindo Pepén y doña Luisa Solimán de Pepén. Le sobreviven sus hermanos Luisa y Dora Pepén Solimán: Alba Pepén de Santana y Fenelón Pepén Corporán. Fue el primer obispo de la diócesis de Higüey, designado el 31 de mayo de 1959, y tomó posesión el 12 de octubre del mismo año.

Ejerció como Obispo durante 16 años ininterrumpidos, período en que se concluyeron los trabajos de construcción de la Basílica de Nuestra Señora de La Altagracia, en el año 1971, durante uno de los gobiernos de Joaquín Balaguer.

Fue en su gestión que se construyó el colegio Juan XXIII, mejor conocido como La Salle, el Seminario Menor San Pablo, cuyo primer rector fue el también obispo higüeyano Ramón de la Rosa y Carpio, y el Colegio Nuestra Señora de La Altagracia.

Pepén renunció al obispado de Higüey el 13 de mayo de 1975, pasando como Obispo Auxiliar del Arzobispo y Cardenal Octavio Antonio Beras. fue sustituido en la diócesis por Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, que había ejercido en Santiago.

Pepén Solimán fue un escritor fecundo y sus trabajos aparecieron en los principales diarios dominicanos y en publicaciones especializadas del país y del exterior. Sus principales obras son Donde Floreció El Naranjo, La Palabra en Cuaresma, La Virgen de La Altagracia, origen y significado de su culto, Un Esqueleto de Dios, Principios de moral profesional, Semillas en el Surco y otros. Fue, asimismo, director del periódico quincenario La Voz del Santuario, con 87 ediciones.

Fue rector de la Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago, y uno de los principales promotores de la fundación de Pro Educación y Cultura -APEC-. Asesor de las asociaciones universitarias católicas y de colegio católicos, capellán de varias instituciones, además de párroco de la iglesia San Antonio, del sector Gazcue, en Santo Domingo.

Fue consagrado sacerdote por monseñor Beras el 29 de junio de 1942, a los 27 años de edad. El 23 de enero de 1965, consagró a De la Rosa y Carpio, con 26 años, como sacerdote en el templo colonial de San Dionisio, en Higuey, y dos años más tarde, el 2 de enero de 1967, consagró como sacerdote a otro hijo de Higüey, Pablo Cedano, obispo auxiliar de Santo Domingo, y párroco de la iglesia El Buen Pastor.

Hasta su triste fallecimiento, a los 87 años, Juan Félix Pepén Solimán, seguía aportando a la sociedad dominicana sus grandes cualidades de pastor de almas, de líder espiritual, de maestro consagrado, de verdadero defensor de los derechos humanos y la justicia social. Paz a sus restos!

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