Un altar para Conrado Marrero

Un altar para Conrado Marrero

LA HABANA, AP. Su nieto le preparó un pequeño pero emotivo altar en su propia casa: una foto en blanco y negro, una camiseta de beisbolista con su apellido y flores blancas.

Allí reposaban también el jueves las cenizas de Conrado Marrero, el legendario pitcher cubano que falleció a los 102 años de edad la víspera y fue cremado. “Él creó un mito”, dijo a la AP Rogelio Marrero, nieto del deportista y quien vivía con su abuelo en un departamento del municipio Plaza en esta capital.

“Era un hombre muy carismático, surgió de guajiro (campesino) y llenaba estadio enteros. Tenía una gran popularidad, él se paraba en una esquina y todos lo llamaban `Marrero’ y se ponía a hablar de pelota con la gente”.

Marrero se abrió paso en las Grandes Ligas de la década de los 50 del siglo pasado, pese a ser un hombre de baja estatura. Pudo destacarse en el montículo gracias a su control y picardía, la misma que luego lo acompañó en toda su vida.

Su nieto contó que el centenario deportista falleció el mediodía del miércoles en su propio hogar, y la familia decidió tanto su cremación como no realizar un velorio formal, por lo que se instaló el altar doméstico que visitaron amigos, admiradores y las autoridades del béisbol cubano.

Además en el mes de mayo, explicó Rogelio Marrero, se realizará un homenaje antes de depositar las cenizas en el panteón de los beisbolistas profesionales en el capitalino Cementerio de Colón, donde también descansan los restos de colegas tan famosos como él, como el lanzador Adolfo Luque, primer latinoamericano en una Serie Mundial.

«Se dice que de Marrero se habló en el pasado y se lo hará en el presente y futuro”, comentó su nieto que lo cuidó en el mismo apartamento de paredes amarillas y a donde además se ve ahora una silla vacía de ruedas un poco desvencijada que usó el anciano atleta en sus últimos años.

El beisbolista iba a cumplir 103 años el viernes y hasta el final no se despegó del puro cubano grueso y perfumado que lo acompañó toda su vida. Conocido en Cuba como el “Guajiro del Laberinto” –un cartel con este nombre y fotos de Marrero decora la sala del que fue su hogar-por el nombre de la finca en la que creció en el pueblo de Sagua, unos 350 kilómetros al este de la capital, y en Estados Unidos como “Connie”, el deportista tenía 39 años en 1950 cuando lo contrataron los Senadores de Washington.

En ese equipo jugó hasta 1954 y terminó con récord de 39-40, un promedio de carreras limpias de 3.96 y un total de 297 ponches. En 1951 fue elegido para participar en el Juego de Estrellas, pero no llegó a intervenir en el encuentro.

Marrero medía 1,66 metros (5 ,5 pies) y no tenía demasiada fuerza en el brazo. Sin embargo, lo compensaba con un amplio repertorio de bolas rompientes, de nudillo y cambios de velocidad.

En entrevistas con la AP en años recientes, Marrero recordó momentos especiales de su carrera, como las veces que enfrentó a futuros habitantes del Salón de la Fama, incluidos Mickey Mantle y Larry Doby. Ganarle a los Yanquis de Nueva York fue particularmente gratificante, señaló.

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