¡Un alto en la política!

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El pueblo dominicano ha debido transitar, en sus más de 45 años de accidentada vida democrática, desaparecida la dictadura, por espinosos caminos. Es historia harto conocida.

El fanatismo político ha consumido interminables días y horas de esfuerzos personales y colectivos.

Al país se le ha conducido por apasionados senderos de la política partidarista. Se entiende perfectamente, porque los partidos son esenciales e indispensables en un sistema con elevada vocación democrática.

La gente – consciente o inconscientemente – se involucró en la política buscando un mejor destino particular y para su familia.

Pero la política, que a unos pocos ha hecho ricos, a la mayoría ha empobrecido.

Los difíciles tiempos que vive el mundo aconsejan entrega total al estudio, análisis y solución de los problemas nacionales, perseguir una salida airosa a las dificultades.

Los estadounidenses han asimilado los retos, y su Presidente se involucra en cuerpo y alma a sacar a la nación del atolladero.

Aquí seguimos divididos, y cada quien buscando ventajas individuales. Mezquina actitud.

Ser íntimo, allegado o “enllave” del funcionario de turno puede reportar ventajas económicas. ¿Cómo desperdiciarlo?

Es el momento de sepultar diferencias y unir voluntades, para que los dominicanos podamos tener una mejor nación.

Y tan anhelada condición no será posible mientras gobernantes y gobernados no asuman un firme compromiso de trabajo.

Hay que declarar un receso en la febril actividad política que absorbe las más fructíferas horas del país que necesitamos.  

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