Un amanecer piadoso

Un amanecer piadoso

Las personas que tienen la costumbre de levantarse muy temprano disfrutan “la paz del amanecer”. Antes de que la luz del sol acabe de expandirse, todos los objetos nos parecen más amables. El brillo y el calor de la mañana terminan por despojarlos del encanto de su aparición primeriza. El bullicio callejero, el tránsito de vehículos, es un gradual enrarecimiento de la “atmósfera” en que amanecemos. En “Trópico íntimo”, Mieses Burgos dice: “¡Yo estoy hablando ahora, desde mi propia tierra de amor y huracanes!/ De tu sol de las once que hace albina la lumbre de tus propios paisajes”.
Los hombres de nuestra época pasan los días sufriendo la insensatez administrativa, la arbitrariedad política, la violencia racial, doctrinaria, religiosa. El sueño es una pequeña muerte provisional que repara los daños del día. Y un amanecer nublado, con luz amortiguada, prolonga un poco más la piedad del Dios de la cohesión que nos mantiene vivos. Vemos en los mercados ristras de ajos, de cebollas; también chorizos y salchichas ensartados en largos collares comestibles. Los periódicos y la televisión dan cuenta, diariamente, de las ristras de insensateces cometidas por los gobiernos, por organismos internacionales, banqueros, jerarcas religiosos, estrellas del deporte o narcotraficantes.
La cordura no está de moda. Sólo hay que mirar las reseñas de los desfiles de modas, los “fashion-shows” de los diseñadores de ropa. He visto ropa, rotulada como “masculina”, tan disparatada, que difícilmente la compraría un hombre de mi edad. Los colores de las telas no parecen “propios de varones”; las prendas son demasiado ajustadas al cuerpo para que sean cómodas. Y lo que es peor: la combinación entre camisas, pantalones y chaquetas, es horrible. Pienso qué, pronto, no habrá diferencia entre la ropa de un militar y la de un “rapero”.
Hoy en día hay sacerdotes empeñados en componer para sus feligreses “el rap del espíritu santo”; en Nueva York, hay una iglesia que se alquila, en las noches, como discoteca. El “dembow” es una música, originaria de Jamaica, con letras procaces, típicas de la vida en arrabales. El proselitismo político y el religioso se acercan, peligrosamente. Es posible, pues, que el “dembow” llegue a los altares. ¡Dios propicia la cohesión del universo!

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