Un amor al prójimo que ha trascendido en el tiempo

Un amor al prójimo que ha trascendido en el tiempo

El amor de madre es uno de los más puros que existe, capaz de traspasar fronteras por el bienestar de sus hijos.
Esto precisamente fue lo que llevó a Mary Pérez de Marranzini a crear, hace 54 años, la Asociación Dominicana de Rehabilitación (ADR).
Todo empezó cuando esta madre recibió el diagnóstico de su primer hijo, Celso Marranzini, quien padecía poliomielitis.
Para la época, el país no contaba con servicios médicos que trataran esta afección, por lo que se vio obligada a trasladarse a Estados Unidos para que su hijo recibiera tratamiento y las terapias necesarias para que pudiese caminar.
De esta experiencia personal nació la idea de crear un centro que ofreciera servicios de rehabilitación en República Dominicana.
Ya para el año 1963, doña Mary junto a un grupo de amigos y amigas, que tenían la misma pasión de servir materialiazaban el proyecto de la Asociación Pro-Rehabilitación de Lisiado.
Este centro, que empezó como el deseo de una madre soñadora, actualmente atiende a más de 5,000 personas diariamente y se ha constituido en el mayor laboratorio de prótesis del Caribe.
Esta labor no se ha quedado solamente en Santo Domingo, ya que como cuenta doña Mary, el deseo desde el inicio era cubrir el país completo. Actualmente la ADR cuenta con 32 centros a nivel nacional.
“Me llena de satisfacción cuando vemos que un niño o un adulto a través de su rehabilitación vuelve a ser una persona útil, tanto para sí mismo como para la sociedad”, destaca esta incansable mujer que ha dedicado gran parte de su vida a la labor de servir.
La ADR cuenta además con un programa de reinserción laboral. Una vez los pacientes reciben sus terapias, se procura que se inserten al mundo laboral, a pesar de su condición.
Ya que como cuenta su propulsora, su labor va más allá de devolver la movilidad de las personas, procura que sean de utilidad para la sociedad y para sus familias.
Sobre las personas que han hecho posible la larga trayectoria de este centro, doña Mary recuerda que fueron muchos los que la apoyaron en el camino de la creación de la ADR, mientras cita su frase preferida, “Nadie por sí solo puede lograr grandes éxitos, necesita de la colaboración y entrega de muchos”.
Hoy a sus 92 años, procura que los servicios sean ofrecidos con profesionalidad y efectividad sin importar si las personas que acuden a la institución tienen o no recursos.

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