Un ángel que no se olvida

Un ángel que no se olvida

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Cuando se está cerca de los 70 años de existencia, comienzan a aflorar los recuerdos de la niñez, que en esos primeros años se tuvo la dicha de contar con la presencia de un ser extraordinario como la madre; entonces, se reviven otras vivencias, mucho más hermosas y añoradas por los sacrificios que decidieron aceptar, para llevar a un tierno ser desde la niñez hasta la adultez.

Mi madre, desaparecida hace ya 22 años de la faz de la Tierra dejó en nosotros, no solo en mi y mi hermana, sino en sus familiares en particular, los nietos y amistades, un frescor de entrega y de amor por el servicio que se reflejaba de cómo participaba, durante tuvo fuerzas y capacidad de hacerlo, en muchas actividades comunitarias y religiosas, buscando siempre agradar a los demás y que sus hijos tuvieran conciencia de la responsabilidad para con sus semejantes.

Tal proceder de enseñanza y dedicación es razón más que propicia, en este día previo a la fecha que recordamos mañana, y a la vez resulta reconfortante poder compartirlo con ustedes, ya que de seguro tienen experiencias similares. Si hurgamos en el baúl de los recuerdos, como se diría popularmente en épocas románticas de otros tiempos, encontramos tantas acciones de nuestras madres que, entrando al ocaso de nuestras vidas, podremos con mejor criterio y mejor conciencia, aquilatar el significado de tantas acciones esenciales para nosotros, tanto en la niñez como en nuestra primera juventud.

Mi madre perdura en el recuerdo cotidiano de mi vida. A uno le queda la tristeza de no haber reconocido en su momento tantos sacrificios y esfuerzos, que de las formas más diversas forjaron nuestro carácter, así como la pasión por el servicio, que llevo como parte de mis obligaciones ciudadanas. Uno guarda esa pena de que, en algún momento, habernos rebelado en contra de nuestras madres por haber dado un consejo que creíamos desfasado de la época, o de querer restringirnos en nuestra maduración; sin embargo, con el tiempo caímos en la evidencia de que sus consejos eran certeros y destinados a sacar lo mejor de nosotros y hasta proteger nuestras vidas.

El significado del día de mañana es hermoso, aún cuando se vea desde el punto de vista comercial, destinado a ofrecer regalos a las madres o acudir al cementerio a venerar los restos del ser querido.

Existe la seguridad que desde un lugar, junto a Dios, nos sigue protegiendo y velando nuestros pasos de forma que la responsabilidad inculcada en la niñez y la juventud sirva de modelo para lo que ella hizo al amar y servir para transmitirlo a los demás, dándole sentido a la vida y sosteniéndonos para enfrentar situaciones que, gracias a sus sacrificios, superamos.

 Ahora podemos devolverle a los semejantes una esperanza más optimista de la vida, mientras ella desde el Cielo, como un ángel, nos cuida.

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