UN AÑO CRUEL EN PÉRDIDAS VALIOSAS

UN AÑO CRUEL EN  PÉRDIDAS VALIOSAS

Cuando se va una persona admirada y querida, los días que pasan agudizan la inconformidad de quienes la han querido y admirado. Cuando parten varias, como ha sucedido desde el final del 2017, este sentimiento se convierte en una intensa frustración, y el consuelo tomará tiempo…
Nos dejaron huérfanos de sus valores, de sus aportes que sumaban cultura y sensibilidad, inteligencia y creatividad, trabajo y compromiso. El medio artístico dominicano ha sido muy golpeado en doce meses y días…
Siempre dicen que, al apagarse la vida de un artista o un experto en arte, queda la obra que lo hace presente y perenne. Sin embargo, la creación, sin su creador recién desaparecido, reaviva la pena. Falta el autor que le dio vida, y esa memoria afectiva no cede… ¿Quién mira un “Caribe” de Tony Capellán o una “Marola” de Danicel, hoy todavía sin lágrimas interiores?
Fueron seis… que dedicaron muchos años a las artes visuales –dominicanas primero–, las hicieron fuentes de ansiedad, obsesión y entusiasmo para ellos mismos, de goce y felicidad para los demás. Fueron seis que nos dejaron, según sus especialidades, pinturas, instalaciones, ensayos, análisis, colecciones, videos, escenarios, fotografías, investigaciones, libros y mucho más, aparte de proyectos a menudo formidables… que solamente ellos podrían realizar, salvo una coyuntura excepcional.
Se fueron Tony Capellán, Danilo de los Santos (Danicel), Julio González, Mary Loly Severino, Ángelo Valenzuela, Alanna Lockward, entre los días últimos del 2017 y los primeros del 2019. Tampoco olvidamos que , en esta década, por lo menos doce fueron las figuras magistrales de la plástica fallecidas. Todas, prácticamente, con una contribución invaluable a la historia del arte dominicano.
Es una pérdida muy fuerte, injusta, dolorosa, que entraña obligaciones y responsabilidades. El arte nuestro, privado de gente valiosa, que enfrenta una situación difícil en múltiples aspectos por resolver, debe y puede reaccionar, cuestionarse, asumir el compromiso de seguir aunando competencias y voluntades positivas.
El año recién empieza: es un momento decisivo. Ahora bien, es igualmente hora de recordar a quienes tanta falta hacen, y lo que nos han legado. Cerremos los ojos y pensemos en ellos…
Alanna Lockward. La muerte de Alanna fue una noticia brutal, increíble, tremendamente injusta y chocante. Pocas veces se encuentra a un ser humano, con una amistad irradiante, que reflejaba tanto la alegría de vivir y de contribuir a la vida cultural.
Su entusiasmo se hacía convincente y comunicativo, y su compromiso con los intereses compartidos de una misión por el arte –bienales, conferencias, seminarios, reuniones, jurados, relaciones internacionales, cátedra– le iban granjeando una consideración inmensa, no solamente en su tierra natal y en la región antillana, sino ya por el mundo.
Era un gran ser humano y una gran profesional del arte, en ética –lo vivimos personalmente–, experiencia y méritos, recién doctorada brillantemente. Pocas personalidades sumaban capacidad y dedicación como Alanna Lockward, en disciplinas afines y en áreas distintas: enseñanza, gestión, cine, literatura, investigación, crítica, ciber tecnología, antropología, lingüística, danza aun. Sus dotes y su territorio intelectual desconocían los límites. Su pasión por el Caribe insular vislumbraba un porvenir ambicioso de proyección intercontinental, en ciernes ya. Ella tenía fe en el arte, en los artistas dominicanos de hoy y lo expresaba, atribuyéndoles “una consistencia universal”. Y resuenan sus palabras: “Heredera de una tradición sólida aunque muy poco conocida en el resto del mundo, la nueva generación de artistas disfruta de una libertad creativa sin precedentes”. Estaba dispuesta a llevarlos adelante, tenía contactos importantes, era uno de sus tantos proyectos…
La ausencia de Alanna Lockward se siente como irreparable.
Otros grandes partieron. Si habíamos escrito acerca de ellos en entregas respectivas, no queremos dejar de evocar su recuerdo.
Tony Capellán fue un peregrino del arte contemporáneo y de la lucha contra abusos e injusticia. Él ha jugado un papel fundamental en la evolución del arte dominicano y una responsabilidad cada vez más asumida por una nueva creación nacional y la categoría de la instalación. Su compromiso, radical y definitivo, no se limitó a la parte formal, sino también abarcó los temas, relativos a los derechos humanos: abusos contra los débiles –mujeres y niños–, migraciones y migrantes ilegales, investigaciones antropológicas y sociales, centradas en el Caribe.
Quienes tienen el arte por ideal, estudio, trabajo, por fruición y amor, sienten aun que nada será igual después de Danilo de los Santos. Escribió una obra vasta, valiosa, variada, de páginas incontables, y –amigo entrañable de los artistas– todos acudían a su sensibilidad y sabiduría. Ahora bien, no solo fue el experto sin rivales en la historia del arte, sino que el teórico Danilo fue también artista único, su “segundo yo”, Danicel, de expresión plural y reconocido precursor de la contemporaneidad.
En nuestro país, pobre en galeristas y promotores de arte, Mary Loly de Severino desarrolló una alta profesionalidad en la investigación, la consultoría y la evaluación de obras pictóricas, en la producción televisiva y documental. Ella sabía encontrar piezas raras y sobresalientes para colecciones individuales e institucionales. Su “institución personal”, La Galería, fue un exitoso punto de encuentros y exposiciones que ella administró durante más de dos décadas.
Más allá de la plástica. La fotografía dominicana está en auge: su desarrollo es constante desde el pasado siglo. Uno de los responsables de ese avance, miembro de la agrupación Jueves 68 en Santiago, es el artista del lente y generoso amigo, Julio González. Muy riguroso en técnica y en temas, él se dedicó en años recientes a imágenes de los monumentos coloniales y a su publicación ejemplar.
El teatro dominicano acaba de perder, en un accidente trágico, a un talento plural, muy destacado en actuación y dirección, escenografía y autoría, Ángelo Valenzuela. Era también un pintor interesante, de figuración singular: sus obras ameritan conocerse ampliamente.
Década fatal
Una década fatal, desde el 2011, nos quitó a maestros, realidad y símbolo de la plástica dominicana:
Cándido Bidó, Alberto Ulloa, Fernando Ureña Rib, Soucy de Pellerano, Domingo Liz, Marianela Jiménez, Guillo Pérez, Ramón Oviedo, Aquiles Azar, Fernando Peña Defilló, Ángel Haché, José Rincón Mora.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas