Precedido del responsable informe, sin cifras maquilladas del Banco Central, donde se vio la realidad de la economía y de su tímido crecimiento de tan solo 1,6% en el primer semestre del 2013, la administración de Danilo Medina cumplió ayer su primer año, rodeado de un aureola de grandes expectativas para mejores realizaciones en el futuro.

 Indudablemente, el informe del Banco Central fue honesto  y nos hizo cambiar a todos en cuanto a la costumbre de oír los notables índices de crecimiento que varias veces superaron el 7% anual, por lo que el índice actual se inscribe en una realidad mundial que impacta en el desarrollo nacional y obliga a ser  innovadores, en lugar de estar con la esperanza, y la casi certeza, de que el gobierno siempre va a acudir en ayuda del sector empresarial para resolverle sus incapacidades y limitaciones frente a un agresivo mercado extranjero, como ocurre ahora con los envalentonados haitianos y sus curiosas prohibiciones.

 El estilo de administrar del presidente Medina ha generado una agradable sorpresa, ya que después de haber estado acostumbrados a un estilo imperial, con un presidente inalcanzable y disfrutando los símbolos del poder como lo estilaba el malogrado John F. Kennedy  en su corte estilo a la de Camelot del rey Arturo, nos topamos con un hombre sencillo, decidido a trabajar con los pobres y atacar los problemas de la pobreza que impiden  el desarrollo, ya que responsablemente habló de los salarios  de miseria que se pagan en el sector privado, y en el público también, con excepción de los cientos de salarios que, por encima de los cien mil pesos mensuales, abultan y empañan una pesada nómina estatal.

 El mayor logro de este primer año ha sido el avance  con el plan de alfabetización, cuyos primeros frutos ya se recibieron y muestran el entusiasmo general gracias a una bien orquestada campaña mediática que estimula el interés de rescatar de la ignorancia al sector que por años gravitaba en la oscuridad del desconocimiento. Pero el accidentado programa de reparar diez mil aulas confrontó serios problemas de logística y personal capacitado; todavía se intenta enderezar los errores  para ver si en la primavera del 2014 se completa   el programa.

 El acelerado programa de construcciones viales, junto con el asfaltado de calles de los pueblos, y en particular el gran impulso que se observa cada día en la terminación de la Autopista del Coral, refleja el interés del gobierno de ocuparse con prioridad de las obras de infraestructura que   impulsan la demanda, y por ende, la economía crece. Es notorio el aumento de la mano de obra haitiana en las construcciones, significando que  una buena parte de esos salarios son remesas que van  hacia Haití.

 Fue muy responsable la corrección del sistema de favoritismos para las cuotas de importación de productos agrícolas, así como el estímulo tan favorable  a los pequeños empresarios y sus diversas  vertientes de créditos  para atraer  emprendedores ciudadanos de la microempresa,  es una muestra  de un propósito presidencial de abrirle el crédito a sectores, que si deseaban invertir en alguna empresa, tenían que recurrir a los onerosos préstamos bancarios, si es que calificaban, o entregarse  en brazos de los prestamistas del módico 20%.

 El alto grado de aceptación popular del presidente Medina, que supera a un año de su juramentación el 80%, se empaña por la inercia que ha tenido su administración para enfrentar la corrupción al mantener  en sus cargos a funcionarios mal vistos por la población, la que ya quisiera ver alguna acción judicial, y no que, a todavía un año,  el voluminoso botellerío de la Cancillería es una afrenta del buen nombre del país, frente al mundo, que ha permitido a los haitianos  ensañarse para injuriarnos, humillarnos y ponernos de rodillas, pidiéndole  cacao para que nos dejen enviarles los cargamentos de pollos, huevos, plásticos y aceptar sumisamente la provocación de las increíbles afrentas verbales   en contra de los dominicanos.