Un año de retos ineludibles

Un año de retos ineludibles

Hay sobradas motivaciones para entender que 2011 ha de ser un año de desafíos difíciles de evadir. El decurso del 2010 ha dejado para el país un balance poco fructífero, al menos para la parte de la sociedad que aspira a mucho más que un crecimiento económico deslumbrante, que, por cierto, no desgasta la pobreza ni mejora en justa proporción la calidad de vida.

Con un decreto que invoca en primer orden un mandato de la nueva Constitución,  el Poder Ejecutivo declara el 2011 como “Año por la transparencia y el fortalecimiento institucional”. Es una declaración que reta a romper con un estilo que ha comprometido mucho de la ética y la solidez institucional.

El 2011, un año pre electoral,  desafía a romper con el clientelismo que ha caracterizado el ejercicio político en el 2010. Es el mismo que ahora pone en tela de debate la posibilidad de “desprohibir” lo prohibido en la Constitución y que obliga a torcer la mirada hacia la  parte que se refiere al fortalecimiento institucional en  la denominación dada al año que viene.

Por otra parte, el 2011 obliga a ponderar con mejores criterios la incuestionable necesidad de darle mejor calidad al gasto público,  invertir lo necesario en educación, apuntalar los valores en que se basa la ética pública, que es uno de los soportes de la transparencia. El desafío incluye enfrentar con mayor decisión los aspectos endebles de una seguridad pública que en el año que termina ha tenido sus manifestaciones más preocupantes, por el auge del crimen pagado, el negocio de las drogas, su infiltración en instituciones públicas,  y por la  delincuencia común.

También hay el reto de mejorar la protección en salud. En el año que se despide el país sufrió fuertes embates de endemias como dengue, malaria, leptospirosis y a las que debemos sumar ahora el cólera. Si bien es cierto que a esta alta incidencia de patologías ha influido el cambio climático, también lo es el hecho de que la autoridad  ha sacado malas calificaciones en prevención. El repunte de la mortalidad materna e infantil es también un indicador de tal debilidad.

Para fortalecer la institucionalidad del país hay que emplearse a fondo en todos esos aspectos. Los valores que invoca la denominación dada por el Ejecutivo al 2011 no puede ser simplemente un nombre, sino una firme declaración de propósitos cuyo logro se imponga sobre el discurso político de un año pre electoral. La República Dominicana necesita que sus líderes se dispongan a a hacer del 2011 un año de desarrollo humano, fortalecimiento institucional y porvenir auspicioso.

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