Cuando se inició este año decíamos que debíamos prepararnos para lo peor, de forma que nuestra situación fuera más llevadera. Se vivía el impacto del covid-19. La situación se tornó más complicada por el surgimiento del conflicto entre Rusia y Ucrania
El 2023 viene con la acumulación de los estragos de la pandemia y de la guerra, que han arrojado millones de pobres, hambruna y más amenazas de conflictos, según el papa Francisco.
Esto significa que debemos seguir preparándonos, tomando las previsiones de lugar que nos permitan afrontar los desafíos que nos presenta el porvenir.
La mejor manera de proceder es asumiendo la verdad como la única guía para el accionar y no hacer de la mentira una práctica cuyo resultado es engañarse así mismo. Hay que generar confianza en la población, sobre todo en los consumidores.
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En el país la inflación no ha sido mayor porque el Gobierno central asumió las alzas de los combustibles. Sin embargo, terminamos el año con precios altos en los alimentos básicos, la factura de energía, el transporte y en la vivienda.
Lo cierto es que los sectores más vulnerables son los más afectados, tal como lo muestra la pérdida de la capacidad de compra para los consumidores de ingresos bajos que se estima en cerca de un 15?%.
Esta cifra es muy elevada si se tiene en cuenta el factor salario minimo, donde el más alto que se paga es de 21, 000 pesos mensuales y la canasta de productos básicos se elevó a 25,458 a noviembre de este año.
Los datos del Banco Central indican que los más necesitados fueron impactados por una inflación de 8.4?%. Por desgracia, la inflación es un impuesto perverso que afecta más a los pobres.
Los gobiernos asumen planes de contingencias con el intento de mitigar los efectos de la crisis, pero se cae en un círculo que debe ser pensado con sinceridad.
Los programas de ayuda son manipulados, no le resuelven de manera definitiva los problemas a los más pobres.
Las personas deben hacer tres comidas diarias, o dos por lo menos, pero la ayuda que reciben no les cubre una semana.
En plena Navidad los precios de los alimentos alcanzaron topes nunca imaginados. El día de Nochebuena, una libra de cerdo asado costaba 600 pesos y un pollo asado, que normalmente cuesta 495, se cotizaba a 600 pesos.
Se alegará que eran las fiestas, pero el lunes 26 un plátano costaba entre 30 y 35 pesos la unidad, donde solía aparecer. Ese día, la gente parecía de luto, es que los altos precios en Navidad engulleron todos los presupuestos.
Hay que sembrar ahora para evitar escasez el próximo año, es la mejor forma de enfrentar la inflación.
Se debe pensar en que parte del presupuesto de las “ayudas” puede generar fuentes de ingresos en las familias y así no tengan que mendigar por una contribución estatal.
Urge propiciar un sistema de asistencia social diferente, donde las pensiones sean indexadas conforme a la inflación. La seguridad social cubra las necesidades básicas de los ciudadanos y evitar así el indigno e inhumano paternalismo. Para no romper con la tradición.¡¡Feliz y próspero Año Nuevo para todos!!