Un año, un país y un Gobierno

Un año, un país y un Gobierno

El balance de los primeros 365 días de la administración encabezada por el presidente Abinader sobre resultados favorables y desfavorables tendría que tomar en cuenta para mediciones, al país que recibió en medio de una pandemia que nadie había podido doblegar, tras un proceso electoral alterado por afanes de reelección enmascarada mientras la Cosa Pública era dominada con supremacía en todas sus instancias, con aguda pérdida de respaldo popular para los oficialistas que coronaban su ejercicio con atroz coparticipación en la peor crisis electoral a partir del inédito colapso de unas votaciones por maquinaciones para retener al Estado con uso desbordado de recursos y del atesoramiento que lograron como ente partidario por una larga presencia en las mieles del poder.

Las actuales condiciones del país son alentadoras en importantes aspectos que se derivan de un protagonismo gubernamental que día a día demuestra que ningún problema de los dominicanos le es ajeno y suele aparecerse en cada escenario con las acciones que pueda, que regionaliza sus gestiones territorialmente sin excepciones, que escucha a títirimundachi, y no se guarda respuestas, a diferencia de los mudos de anteriores ocultamientos, que comete errores y rectifica, que tiene que estar alerta y proceder por lo que admite: la corrupción es una cultura y algunos de sus propios colaboradores lo demuestran sin que los apañen.

La pandemia está acabando por todo el vecindario continental, pero aquí hace unos meses que se avanza para superarla. La economía rebrota del trastorno horrible por un virus y este pueblo está entre los mejor vacunados. La fiebre porcina tiene de frente a productores y entes civiles y estatales movilizados y dirigidos por un primer mandatario que pone mucho esfuerzo sin dejar de comer chicharrón.

Los vientos económicos favorables por certeras medidas para capear el temporal por la crisis sanitaria, tienen ue ver, en buena parte, con la prudencia de propiciar la permanencia de la certera y transparente autoridad mayor del sistema monetario y financiero, inspiradora de confianza.

La concesión de independencia al Ministerio Público, solo objetada por quienes han tenido sobrados motivos para asustarse, fue dispuesta con responsabilidad y coraje, a sabiendas de que una persecución sin reparo a supuestos actos de corrupción, pasados, presentes y futuros, puede generar efectos secundarios adversos a quienes desde el poder permiten que la Justicia llegue a donde nunca había estado.

El país sigue montado en el riesgoso tren del endeudamiento público que solo sería aceptable si es para solventar tareas cruciales en materia de salud, de urgentes mitigaciones para una sufrida población y para fines reproductivos, porque hasta para conservar capacidad para pagar lo mucho que se debe hay que recurrir a préstamos.

Estamos cruzando el Niágara en bicicleta desde un tiempo por desaciertos anteriores y factores exógenos pero saliendo a camino.

Vivimos en libertad para emitir reproches a quienes mandan, exponer sus lados flacos y debilidades y hasta hacerlo con exageración, desde algunas tribunas, en busca de capital político para sobrevivir al estropicio que dejaron.

Tras el desastre hallado, por varias causas, que no se pidan peras al olmo