Un antes y un después

Un antes y un después

El mundo acaba de vivir una semana dramática. Sin embargo, quizás lo más alarmante es que lo ocurrido el lunes 29 de Septiembre en la Bolsa de Valores de Nueva York – desde ya inscrito con indeleble tinte negro en la historia económica mundial – es tan solo el preaviso de la recesión económica hacia donde se desbarrancan los Estados Unidos.

Si bien es cierto que los golpes de viento que llevaron a esa situación tienen nombres y apellidos y se sustentan además en la aplicación de políticas oficiales que se han venido vendiendo como únicas, perfectas e imprescindibles y que han constituido el horizonte estratégico de la política económica de la Administración Bush, no puede ignorarse de que la economía capitalista funciona a través de crisis periódicas. Si Usted, amigo lector, tiene alguna duda de que sea así o le dicen que ese es un criterio ideológico, consulte cualquier libro de teoría económica de cualquiera de los más brillantes economistas norteamericanos o europeos, y verifique si todo el análisis no se desenvuelve en el marco del estudio del “ciclo” o, lo que es lo mismo, la “crisis cíclica”.

El dilema histórico en que ha descansado la eficiencia del funcionamiento del sistema económico se ha centrado en si el mercado o el Estado deben ser los reguladores del sistema. El mercado como ente regulador – liberalismo o lo que hoy se le denomina como “neoliberalismo – ha demostrado que la desregulación a que da lugar permite efectos indeseables: el “capitalismo salvaje” a que se refirió Juan Pablo II, el capitalismo de casino, por lo especulativo y azaroso, a que se hace referencia en estos momentos.

En esencia, genera una brutal concentración de la riqueza y gran expansión de la pobreza llegando a barrer hasta con la clase media, como ha estado ocurriendo en la sociedad estadounidense en los últimos años. El Estado como mecanismo de control – keynesianismo o estructuralismo – aunque con frecuencia no ha tenido la suficiente prudencia para garantizar el espacio para que operen algunas leyes, ha demostrado que no se puede prescindir de su presencia. Es el Estado el que ha tenido que saltar ahora para tratar de salvar el caos que ha provocado la acción desordenada del mercado en una economía que vino funcionando de manera de beneficiar a Wall Street, o lo que es lo mismo, a las grandes finanzas.

El desplome de la Bolsa fue provocado por el rechazo en la Cámara de Diputados de la propuesta de salvatage de Bush que aunque reformulado en un acuerdo bipartidista siguió generando dudas ante la acción de un Presidente que hace apenas semanas aseguraba que todo estaba bien y bajo control.

Lo que si no hay dudas es que se va a hablar de un antes y un después de esta crisis que apenas comienza.

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