Un  anti trujillista entre los Trujillo

Un  anti trujillista entre los Trujillo

Papá no tenía más fortuna que una casa grande que le costó 47 mil pesos; 25 mil pesos invertidos en la “Casa Grisolía” y 125 mil en el “Banquito de los Ibarra”, revela Fidelio Despradel para explicar que Arturo Despradel no se enriqueció en el trujillato a pesar de que fue dos veces ministro de Relaciones Exteriores, “el más joven, con 35 años”; de Interior y Policía, gobernador del Banco Central, rector de la Universidad de Santo Domingo, embajador en Brasil, entre otros cargos.

Refiere que Guido D’Alessandro, el constructor del Palacio Nacional, era como hermano de su padre y le aconsejó vender la vivienda que éste tenía en la “Rosa Duarte” esquina hoy   “Pedro Henríquez Ureña” para fabricarle otra y con la economía realizar la inversión y abrir la cuenta bancaria. Entonces vivieron en la “Cayetano Rodríguez 15”, de Gascue, donde Fidelio agregó nuevos amigos: los mellizos Ravelo, Tomás Troncoso, Freddy Ginebra, Payeyo García Troncoso “y ahí me hice íntimo de Miriam Jiménez, la mamá de Soto Jiménez y de Flavio Jiménez, hijos de Cuchico Jiménez”, otro funcionario del trujillato.

 Así de impresionante es la memoria de Fidelio, que vivió también en las avenidas “George Washington” y “Bolívar esquina Elvira de Mendoza”, y que de cada escuela, actividad, vecindario, recuerda amigos con características y destinos. Del colegio “Luis Muñoz Rivera” cita a Johnny Contín, Modesto Díaz, “que lo mataron el 30 de mayo”; Hellen Martínez, Purita Acevedo, Ivonne Haza, Nelson Lugo, Pedro José Trujillo, “que era un comparón”, y a sus profesores Flérida de Nolasco, Ernestina Matos, los esposos Poncio y Amelia Sabater, él de historia y geografía y ella, de matemáticas, “me enseñó a razonar, no a repetir de memoria”.

Por ese especial método de aprendizaje recibió, años después, una agresión del profesor “Castro Colón”, de matemáticas, que usaba la memorización y quien le ordenó ir a la pizarra a demostrar “que el radio es perpendicular a la tangente en el punto de contacto”.

Fidelio respondió con argumentos propios pero el profesor quería una solución embotellada y lanzó enojado un borrador sobre el alumno que pudo evadir el golpe agachándose. En el recreo recibió expresiones de admiración de sus condiscípulos pero especialmente de Asdrúbal Domínguez, que le comentó: “Yo quiero ser tu amigo”. Castro Colón, buen educador pero al que acusaban de calié, manifiesta, lo respetó como alumno y Domínguez inició con él una amistad que terminó con la muerte del reconocido izquierdista al que admiró sobremanera.   Otros de sus maestros en “La Normal”  fueron “Mangual, Chevalier, Mañón”, Virgilio Travieso, que era, además, instructor de básquetbol.

Fidelio compartía la secundaria con el “Servicio Militar Obligatorio”, que duraba seis meses durante los que lo apresaron con frecuencia porque “llegaba sucio, cansao, resacao. Los mellizos Ravelo y yo nos sentábamos atrás y nos tirábamos en el suelo”. Narra que entonces bebía como un alambique porque la única diversión de los jóvenes era esa, después de estudiar “como un loco” de lunes a viernes.

Al nadador y pescador formidable que conserva  un valioso archivo documental  le acompañaban rifle, careta, chapaleta en sus viajes de vacaciones a Boca Chica, Jarabacoa, Macao, La Romana, Guayacanes, La Matica y Puerto Plata.

La Normal le servía también como cancha de básquetbol al igual que el Centro Social Obrero. “Me hice un basquetbolista rudo”, exclama.

En el “Golfito Tenis Club” practicó ese deporte y ping-pong con Máximo Bernal, Virgilio Travieso, “Varilla Lugo”, Gilberto Guerra, Tulio Martí, Mariano Defilló y otros que, aunque mayores que él, le enseñaron a jugar. Pertenecía al equipo de “Codofalto”.

Tuvo novias y hasta una intensa relación con una muchacha de “vida licenciosa” pero   a ellas ni a las que han sido sus esposas les fue infiel. “El izquierdista tiene mucha relación con la moral y la visión social, nunca he salido con dos a la vez, eso es parte de mí, he tenido una sola conducta en la vida”.

Universidad y política. En 1954, este gran lector que se define como estudiante brillante pero rebelde por sus inasistencias y porque no hacía las prácticas escolares, ingresó a la universidad  luego de graduarse bachiller en ciencias físicas y matemáticas. Recuerda entre sus compañeros universitarios al “capitán García Germán”, a Claudio Caamaño, José Israel Cuello, Guillermo Santoni, Asdrúbal Domínguez, Quique Acevedo. En la academia se tomó en serio los estudios de arquitectura. Cuenta que Fernando Howellemont, Luis Álvarez, Franklin Laroca, Naorí García, Frank Joseph Thomén, que cursaban medicina, le proporcionaban drogas para no dormir, permanecía hasta las 3:00 de la madrugada estudiando y  a las 7:00 estaba en el trabajo.

La “mentalidad” antitrujillista que se despertó en él entre 1957 y 1958 cuando seguía la conquista del espacio por los rusos, no iba a misa ni confesaba y era antiyanqui, se acrecentó en 1959. “Juntarnos para hablar mal de Trujillo era común”. Pero un día, Tony Barreiro, Asdrúbal Domínguez y él decidieron pasar a la acción. “Yo estaba enterado de la masacre a los expedicionarios a través de Yuyo D’Alessandro, que siendo íntimo de Ramfis, era del 14 de Junio”. Además, en una visita a Virgilio Ortiz Bosch que fue operado de una afección pulmonar en el hospital “Salvador B. Gautier”, vieron amarrados a las camas, masacrados, a patriotas de Constanza, Maimón y Estero Hondo.

Entonces planificaron pegarle fuego al único depósito de gasolina de la época para explotar la tubería. Guillermo Santoni, Tony Barreiro, Asdrúbal Domínguez, Pichi Mella y Fidelio serían los protagonistas de esta trama que “dejaría a Trujillo sin combustible”.

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