“Teníamos y tenemos todavía una clase política que no ha entendido el cambio de los tiempos, y que no aporta mucho en la parte que tiene que ver con la integración de la ciudadanía desde un punto de vista crítico al ejercicio de sus derechos, y por eso este escenario lo convierten en una tragedia, viendo fantasmas donde no los hay.” Sospecho que son muchos los que están de acuerdo con el presidente de la JCE, Roberto Rosario, en su valoración de nuestros políticos, a los que también acusó de deslucir los procesos electorales con sus infundadas denuncias de fraude, como no faltarán los dispuestos a decir cosas peores. ¿Cuántos se atreven a negar que son corruptos, mentirosos, desleales, farsantes, cínicos y cuantos adjetivos quiera usted endosarle a partir de su propia experiencia? Supongo que los mismos que tampoco se atreverán a negar que, a pesar de esos reconocidos defectos, de su incorregible propensión a lo mal hecho, seguimos votando por ellos –y de manera entusiasta– cada cuatro años, una señal equívoca sobre la pretendida fortaleza de nuestra tropicalizada democracia. Eso explica y justifica las recurrentes críticas que desde la academia y la sociedad civil se hacen a nuestra impresentable partidocracia, críticas que le entran por un oído y le salen por el otro, consciente de que tiene la sartén por el mango, es decir el Presupuesto Nacional. Habrá que ver, sin embargo, cómo reaccionan los partidos políticos a los pronunciamientos del doctor Roberto Rosario dada su condición de árbitro del proceso en el que son actores fundamentales, pues vistos desde las gradas, desde donde suele haber siempre una mejor perspectiva, lo menos que puede decirse es que fueron una provocación innecesaria e inoportuna.d