Un baño que sabe a letrina e irresponsabilidad

Un baño que sabe a letrina e irresponsabilidad

Mirarle es extasiarse. Su plenitud, su distancia y su cercanía se mezclan en un halo de misterio que le hace cada vez más apetecible, necesario.

Algunos no pueden resistirse. Ceden ante sus encantos y, aunque irracional o absurdo, se dejan seducir por algo que al  final sólo representará una perdición. Pero, dirán, ¿qué importa cuando el placer del momento bien lo merece?

Así, bajo el hechizo de lo ridículo, vemos cómo gente de todas las edades (pero sobre todo niños) se arriesga en las aguas del Edén más envenenado de Santo Domingo: la playa de Güibia.

Ver a la gente en el lugar, “disfrutando” de ese mar que antes sólo podía ver a lo lejos, duele y nos obliga a pensar en lo irresponsables que han sido las autoridades al permitir que la gente se bañe en unas aguas que, tristemente, representan la letrina de todas las familias que habitan junto al río Ozama. Pero también podrían estar “aderezadas” por  vertidos industriales y hoteleros.

Aunque el espacio es  encantador, nunca debió ser diseñado para el uso de la playa. Es irresponsable que a nadie (en Medio Ambiente, Salud Pública ni el Ayuntamiento del Distrito Nacional) se le haya ocurrido prohibir el baño en estas aguas. Peor aún es que a estas alturas no sepamos cuál es el grado de contaminación de Güibia.

No sé si es que a nadie le duelen los pobres carajitos que refrescan su alma en el Malecón. Pero urge que las autoridades hagan algo al respecto. ¿Esperaremos que enfermen por culpa de la desidia oficial? Hasta da vergüenza que nos preguntemos esto.

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