Ha sido constante una histórica que los gobiernos haitianos, solo por intereses particulares, se ocupan de trabar el creciente comercio que tiende a desarrollarse por la proximidad de dos los países. Es el caso de los 23 productos que no pueden entrar vía terrestre, no sé las veces que he leído la versión de que levantaron la veda, lo repitió la Cancillería la semana pasada, que en Nueva York se lo dijeron al Presidente Medina, lo que no se comprueba en la frontera.
Martelly y el lobby empresarial crearon las tensiones comerciales bilaterales, según publicó un periódico haitiano en septiembre de 2015, con los recursos financieros el partido oficial estaría en condiciones de ganar en primera vuelta la elección presidencial. Es decir, desmintió la versión de Martelly de que era para eliminar el contrabando por la frontera.
La veda ha implicado pérdidas millonarias para nuestras empresas que naturalmente miran hacia el mercado haitiano, lo que poco ha importado al presidente Jocelerme Privert, quien respondió con cantinfladas: “nunca hubo un embargo y ni una intervención a la entrada de los 23 productos; ninguna ley fue votada prohibiendo la entrada de ningún producto…”. Y que desmintió su canciller Pierrot Delienne: “en los próximos días se eliminarán definitivamente las restricciones, con la única condición de que se cumpla con el pago de los aranceles aduanales”.
El gobierno de Danilo Medina debe tener presente que históricamente la dirigencia haitiana ha sido terca negociando, acostumbrada a vivir en el mejor de dos mundos, protegida por la comunidad internacional y a costa de nosotros. Que improvisando hemos cometido graves errores, por falta de espacio cito solo uno. Sin autorizarlo el pueblo, en Port-au-Prince, en 1936, Trujillo firmó uno con su homólogo haitiano Stenio Vicent, publicado en francés y en español en la Gaceta Oficial No. 4917, Junio 25, 1936. Salimos mal parados, perdimos un inmenso territorio, que hoy forma parte de su geografía.
Horacio Vásquez no cayó en el error. En enero de 1929 designó una comisión para que junto a la haitiana inspeccionara y marcara la línea divisoria entre los dos países, no le gustó el reporte oficial, perdíamos territorio y desplazaba a dominicanos. Lo dejó engavetado, pero en dos reuniones, en 1934 y 1935, Trujillo y Vicent lo retoman, y de la última sale la firma del desastroso protocolo de 1936.
Como el objetivo es político, según el periódico, cualquier acuerdo diplomático no elimina el destructivo proteccionismo comercial. Saben que el intercambio se basa en productividad y conocimiento, donde tenemos ventajas relativas. Desde el 2010, excluyendo productos de zonas francas, en promedio exportamos mil millones de dólares, el noventa por ciento por vía terrestre. Que aumenta sumando el balance neto del mercado binacional informal de los fines de semana, de difícil cuantificación, participan cientos de dominicanos y haitianos que compran y venden mercancía con un costo per cápita que oscila entre 5 y 20 dólares.
El gobierno de Jocelerme Privert no entiende, porque no le conviene, que la reconciliación comercial bilateral debe basarse en el respeto a la irrupción empresarial. Lo mejor es no seguir creando falsas expectativas con declaraciones que la práctica desmiente, y esperar que de aquel lado surja un nuevo gobierno.