¡Hola Píndaro! –grita Herminio-… Ayer me encontré a mi cardiólogo y amigo José Pantaleón… No te imaginas lo que me reí, porque él siempre tiene un cuento para nosotros”… “Jajajajajaja –ríe Píndaro-… ¡Panta es caso un hermano!… ¿Y qué te contó, que te veo tan alegre?”…
La respuesta no se hizo esperar… “Panta me ha contado que en el año 1979, a su amigo cubano Pedro Alsina se le ocurrió agarrar 50 montantes chinos, les sacó la pólvora a cada uno y la metió dentro de una cartulina doblada… Vivíamos todos en una pensión… Cuando trató de hacerla estallar, el tiro le falló y, al no dispararla, se la regaló…”.
“Jajajajaja… Qué juego más fuerte! Exclama Herminio… El cuento no termina ahí… Con él vivía también Omar Costa… La curiosidad les mataba… Una noche, se les ocurrió prenderle la mecha para, con la explosión, asustar a su también amigo Heriberto, mientras dormía en su casa… Cuenta, que la explosión fue tan grande que la onda expansiva arrancó una persiana y despegó el pañete de la casa donde también vivían Omar y Raúl…” -y agrega-… “Esa bendita onda expansiva llegó al colmado de la esquina… Ante el aviso de que una bomba puesta por cubanos había explotado, como de la nada apareció la policía!”.
“¡¡¡Qué fuerte!!!” –grita Píndaro-… “¡Me imagino el corredero que se armó!”…
“No te equivocas –le dice Herminio-, “Me dice Panta que nunca había visto una patrulla andar y actuar tan rápido… Lo interrogaron y, según me aseguró, no mintió en cada uno de los detalles, pues las evidencias de la explosión estaban ahí… ¡Una persiana de metal arrancada de raíz con todo y pañete!.. Y, para reafirmar sus palabras me aseguró: ‘Eso fue así, pues ¡yo coloqué el tiro ahí!… Un tiro que era del grueso de mi brazo!… Pedro, que era geólogo y minero, fue quien lo preparó… Además… ¡él sabía de todo!… Lo construyó para así un día poder vengarse de nosotros y cobrarnos una maldad que le hizo un día Omar, pues mientras se bañaba le soltó por encima del techo un cohete chino encendido y Pedro, que estaba bajo la ducha en plena bañera… ¡Brincó más que un gato barcino!’, exclamó Panta, entre risas…”.
Píndaro y Herminio están gozando a plenitud con las ocurrencias de Panta… “Lo grande de todo esto, es que él me cuenta –dice Herminio-… Él mismo preparó esa bomba, pero nunca la disparó… ‘Yo la hice junto a Omar y Heriberto -que tomaba antidepresivos y que, al escuchar la explosión, despertó con los ojos como un loco ¡pensando que un camión se había estrellado contra su habitación!’… Me confesó que los policías le cuestionaron, pero que ¡no le creyeron era un montante!… Que les explicó que era un súper montante que le regaló su amigo Pedro Alsina, quien se había ido para Miami… Entre risas y medio compungido, me comentó que sólo a él se llevaron preso, pues era el dueño y el que encendió la mecha…”.
“¿Y cómo salió Panta de ese atolladero?” –cuestionó Pindaro-… “Bueno –reacciona Herminio-, me ha dicho que de la nada apareció un Chapulín Colorao… Era Joaquín Polanco (Quin), que, al ver cuando lo metían al carro policial, se fajó a discutir y a defenderlo diciendo que era un muchacho de familia y no un tíguere… Su esfuerzo no rindió frutos y, sólo pudo montarse en un motor y caerles atrás hasta el cuartel… Una vez allí, se fajó a discutir con el teniente de turno y, luego de más de una hora en defensa de Panta, logró que se lo entregaran y así no amaneciera en chirola…”.
“Pero, ¡Panta tiene que estar muy agradecido de Quin!” –exclama Píndaro-…
“Así es –asegura Herminio-… Me ha dicho que eso nunca lo olvida, pues le evitó una ficha y un gran lastre en su vida… Y, es más –recalca-, con lágrimas de orgullo en sus ojos me ha asegurado que, precisamente esta pasada semana, le pudo devolver ese favor a Joaquín… Cuenta que, mientras estaba de licencia médica pero practicándose unos análisis en el Instituto de Cardiología, por accidente encontró a su amigo Quin que estaba haciendo Angina de pecho, más un Eco Stress Positivo en cara anterior…!”.
“¿Y, cuál fue la reacción de Panta ante ese encuentro?” –cuestiona Píndaro-… “Ha sido enfático conmigo –comenta Herminio-… Sus palabras han sido una enseñanza para todos: ‘El sentido de la gratitud es un don… ¡Pena de quien eso olvida!… El haberme encontrado con Joaquín en esas condiciones y encontrar las fuerzas para ayudar a recuperarlo, me permitió vivir la grandeza de poder servir a quien, sin tener mi sangre, me defendió a capa y espada para que en el 1979 yo no amaneciera en una cárcel pública… Al mirarme retrospectivamente y recordar lo que he pasado, también doy gracias a Dios y a todos los colegas del IDC, por el apoyo y haber adoptado la decisión correcta! Gracias a mi colega y amigo Pedro Ureña y a su equipo, cuando en mi caso dijeron presente en cuerpo y alma para reconstruir mis arterias y permitirme hoy estar vivo y recuperado… ¡con seis stents en mis coronarias! -expresa con honda convicción José Miguel Pantaleón-… Y nos muestra que una bomba de cohetes chinos le permitió re-encontrar a un amigo y retroalimentarle su vida!”.