Un bonito presente navideño

<p>Un bonito presente navideño</p>

MARIEN ARISTY CAPITAN
Cada vez que el árbol de Navidad se enciende suena el “aaaaaahhhh” de Pilar Marie, una expresión onomatopéyica que la pequeña utiliza cuando se queda maravillada con algo. Y es que, como aún no articula las palabras, los sonidos se convierten en frases que nosotros hemos tenido que aprender a traducir.

El “aaaaaahhhh”, o qué bonito, es uno de los que más hemos escuchado en esta Navidad: cuando vio el árbol con las luces encendidas, cuando apareció la luna llena el fin de semana pasado, cuando vio sus regalos el sábado -muy anticipados, sí, pero es que su madre estaba ansiosa por ver qué cara pondría la niña al abrirlos-… en todo momento que hace un nuevo descubrimiento, lo que suele suceder con frecuencia pues sólo cuenta con un añito.

Al hablar de esta Navidad, no puedo olvidar que nosotros también recibimos un gran presente por adelantado: el lunes pasado, con su discurso, el presidente Leonel Fernández nos entregó la dosis de tranquilidad que necesitábamos en estos momentos.

Al asegurar que no gravaría la canasta familiar con el Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS) y que no disminuirá la exención contributiva del Impuesto sobre la Renta, Fernández le quitó un gran peso del encima a toda esa gente que no devenga grandes salarios y que, más que vivir, sobrevive en un país en el que no es fácil cubrir todos los gastos (no sé si será casualidad, pero el martes el café me supo mejor que nunca).

Lo que sí me parece genial es que el presidente Leonel Fernández haya decidido aumentar los impuestos a las bancas y los casinos puesto que, en un país en el que se juega hasta la vida, ahí siempre habrá una buena cantera.

También fue una excelente decisión gravar aún más los alcoholes y el tabaco: en todos los países del mundo el vicio sale caro y, como vicio al fin, está bien que quien desee embriagarse con sorbos o humos pague por ello. Y es que, al fin y al cabo, los vicios producen muchos gastos colaterales en materia de salud (y esos suele pagarlos el Estado).

Otro acto de justicia que “cometió” el Presidente fue el de poner un impuesto mayor a la renovación de la placa atendiendo al valor del vehículo. Es decir que, por primera vez, veremos que un Nissan, un Toyota o un Subarú de esos corrientitos pagarán menos que cualquier Mercedes Benz, Jaguar, Porsche o Ferrari de esos que cuestan más que respirar.

Pero si estas medidas están muy bien, capítulo aparte merece todo lo que tiene que ver la reducción de los gastos gubernamentales. Por ejemplo, veo de buen grado la reducción del salario de los funcionarios, que en ocasiones es demasiado alto; y mucho más la prohibición de otorgar financiamientos para sus vehículos. Finalmente, después de mucho cuestionar que mantengamos la “jeepetocracia” oficial, parece que este capítulo se cerrará.

Por otro lado nos gusta cómo suena lo de la reducción de los viáticos en un 44%, la publicidad en un 20%, los servicios básicos en un 14%, materiales y suministros en un 11%, servicios de comunicaciones en un 10%, transferencias al sector privado en un 9.4% y sueldos para cargos fijos y temporeros en un 6%.

Lo que sorprende al escuchar estas últimas medidas es el monto que se ahorrará el gobierno con dichas reducciones: cuatro mil, ciento cuarenta y dos millones de pesos. Entonces uno se pregunta, si se reducen aún más los viáticos y la publicidad, ¿cuánto nos podríamos ahorrar?

Contentos, contentísimos con la rectificación fiscal que hizo el Presidente, tan sólo nos queda esperar que el gobierno cumpla con su promesa de someterse a la austeridad.

Y es que, como dijo Paulo Herrera Maluf, de Participación Ciudadana, el problema de esta sociedad es que no cuenta con mecanismos para que se cumpla con el presupuesto: una cosa es lo que está en el papel y otra muy distinta su ejecución. Ojalá que esta vez el presidente Leonel Fernández cumpla: así, mientras él se ganará mil simpatías, nosotros podremos decir “aaaaaahhhh”.

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