Un buen comienzo

Un buen comienzo

POR R.A. FONT BERNARD
Mientras presenciábamos en la pantalla de la televisión al doctor Leonel Fernández, en la improvisación de su discurso de juramentación ante la Asamblea Nacional, nosotros memorizábamos el acontecimiento semejante de treinta y ocho años atrás, en el que el doctor Joaquín Balaguer asumió la jefatura del Estado, enfrentando una situación de crisis, parecida a la que en la actualidad confronta el doctor Fernández.

En ambos casos, los mandatarios dirigieron sus discursos al país con el propósito de galvanizar la confianza del pueblo, en lo relativo a darle cara a las adversidades.

Como entonces, estuvieron equivocados los que creyeron que el doctor Fernández se presentaría ante el país como el portador de un arco sin flechas. Y que su discurso de juramentación no pasaría de ser palabras y apariencias. Pero como lo fue, en el antecedente del doctor Balaguer, fue con diferentes matices, un modelo de inspiración y de conducta.

Haciendo un cotejo entre el mensaje presidencial del doctor Balaguer del 1966, y el recientemente improvisado por el doctor Fernández, se reafirma en nosotros la convicción anteriormente expresada, en el sentido de que tras la desaparición física del máximo líder reformista, el Doctor Fernández asume, por una concatenación de acontecimientos y circunstancias, el supremo liderazgo político de la Nación.

Aceptamos que hayan quienes recelen de nuestra evaluación, inclusive quienes dentro del partido político oficial han acumulado méritos suficientes para que se le reconozcan cualidades personales capitalizadoras de ese liderazgo. Pero, como lo dice la tonada popular «no es lo mismo pintar como querer». Y ahí está la diferencia. Los liderazgos políticos no se improvisan. Son la consecuencia del carácter, la decisión, la flexibilidad, la sabiduría. Virtudes que sostienen la posesión del genuino liderazgo.

Como el doctor Balaguer del 1966, el doctor Fernández demostró en su discurso inaugural que no se limitará a mirar las nubes, ante la magnitud de la situación económica y social a la que deberá darle cara. No será, como lo subrayó, un formulador de soluciones mágicas. Pero como lo dejó explícitamente señalado, sabe hacia donde va y cómo debe ir, en el cumplimiento de la responsabilidad contraída con la mayoría ciudadana, sin antecedentes en la historia del país, que le favoreció con su voto.

El buen principio autoriza a considerar bien el final. Y como por otra parte, hay lo que se llama en la ciencia física «el principio del equilibrio», el que apoyado a la sociedad significa el apoyo al cuerpo social, sobre una base de sustentación sólida y no sobre un vórtice, los hechos y las realizaciones de un periodo presidencial establecido sobre la base del voto popular, autorizan a considerar, un buen final, no solo sobre lo jurídico y político, sino también y sobre todo, sobre lo económico y social. Es lo que con una visión 20-20 de estadista, anunció el Doctor Fernández en su discurso inaugural del pasado 16 de Agosto. Nos recordó el hambre no espera», dicho por el Doctor Balaguer el año 1966, en una admonitoria advertencia a determinados sectores económicos y sociales del país.

En el discurso que comentamos, el Doctor Fernández declaró enfáticamente, que no tolerará que se le susurren al oído, insinuaciones acerca de lo que deba o no hacer. En ésto confirma que ha bien leído el «Maquiavelo comentado por Napoleón Bonaparte». Preferirá según dijo, que se le refieran públicamente y con toda libertad. Nosotros le tomamos la palabra con el señalamiento de lo que en nuestro concepto, fué la clave del éxito político del doctor Balaguer. Conoció, pero no permitió que se le conociera. Siempre fue un desconocido, para sus amigos y para sus opositores, ninguno de los cuales, pudo penetrar en las insondables intimidades de su pensamiento. En éstas no comprendidas funciones del conocimiento, entre él y los demás, radicó la ventaja que sobre todos tuvo. La soledad fue su gran aliada, y el gran secreto de su corazón.

La precedente referencia no es un consejo para el joven Presidente de la República, que no los necesita. Es tan solo, una saludable reflexión.

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