Un buen deseo por los 400 de Monte Plata

Un buen deseo por los 400 de Monte Plata

POR MARIVELL CONTRERAS
Yo me alegro de que el presidente Leonel Fernández haya ido a Monte Plata a escuchar sus latidos, ronquidos y quejas con motivo de la celebración de los 400 años de la fundación de este poblado y el de Bayaguana.

Yo me alegro de que se haya comprometido públicamente a convertir mi patria chica en una ciudad «modelo», aunque confieso que me asusta esa palabra que usada para adjetivar nuestro centro carcelario nos ha acarreado males indescriptibles desde que fuera construida un mal por un bien (antes hacinamiento ¿y ahora?).

Porque por esa cárcel maldita que nos ha traído tantos advenedizos ya mi pueblo es una ciudad cualquiera –sin el desarrollo de las capitales, pero con sus males-.

Ya no nos conocemos todos y nisiquiera nos reconocemos los que éramos antes de que empezaran a mudarse familias alrededor de sus reos y reos que se quedaron allí, anidando sus experiencias nefastas y dándole forma a la banda y el contrabando.

No quiero pensar en esa ciudad modelo que hemos heredado, aunque me gusta la idea de soñar que tras estos 400 años de oprobio, mierda de vaca y olvido por fin tendrán los hombres y mujeres honrados forma de producir el sustento propio y de sus familias.

Me dan ganas de llorar pensando en cómo hemos pasado todos estos años sin más que esos dos o tres trabajos públicos –reflejo de otros iguales en todos los confines de la geografía nacional–, viciados por el color del partido en el poder y por la apatía y malquerencia entre unos y otros.

Me dan ganas de llorar pensando en que una vez, hace mucho tiempo, fuimos un poco felices cuando tuvimos industrias agrícolas que además del personal obrero, asimilaba profesionales de la oficina y la técnica que dejaban ver su bienestar cada 15, 25 o 30 de cada mes.

Pero el tiempo de la industria de la piña se fue al carajo mandando miles de empleados a sus casas y sumiendo nueva vez a Monte Plata en el hambre y el abandono –ah, si los culpables fueran capaces de sentir vergüenza por su ambición desmedida en detrimento del pueblo que les paga y les vota-.

Ahora que nuevas luces se encienden en el camino, se renueva mi esperanza de tener una comunidad más desarrollada en términos humanos. Así, quizás no sea la desesperanza la que guíe nuestros pasos.

Ya hablamos de los Juegos Nacionales y ahora hablamos de que aceptamos como valederas las promesas del presidente y que esperamos que todo el estamento gubernamental actúe en consecuencia para que no lo hagan quedar mal.

Para que se cumplan sus deseos y nuestros anhelos y para que al final podamos asumir que se puede desear y recibir lo deseado o quizás el doble, ya que hemos pedido con fe y hay pocas cosas que se cumplan más que lo que pedimos con los ojos cerrados ese día feliz en que celebramos nuestro cumpleaños.

www.marivellcontreras.com

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