Un buen montaje teatral

Un buen montaje teatral

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
La obra de teatro del inglés John Boynton Priestley, “Llama un Inspector”, estrenada en nuestro país hace unos cincuenta años por el Teatro de Bellas Artes, bajo la dirección de Juan González Chamorro, constituyó unos de los mayores éxitos teatrales hasta ese momento.  Germana Quintana nos trae de nuevo el famoso “Thriller”, bajo el nombre de “Desnudos ante un inspector”, quizás por considerar que el cambio resulta más atractivo en estos tiempos de destapes.

  La obra de Priestley, estrenada en Londres en 1946. es una comedia doméstica o de costumbres, con una estructura dramática tensa en la que prevalece la expectativa, la intriga, el suspenso, características propias del teatro de la angustia. El autor maneja con singular originalidad el espacio-tiempo como elemento dramático, y desarrolla la fábula entre la ilusión y lo real.

         El argumento nos narra las situaciones que enfrentan los Birling, familia perteneciente a la burguesía industrial, mientras celebran el compromiso de su hija con un joven de su misma condición social. El evento se ve interrumpido por la llegada de un inspector, que investiga las causas del suicidio de una joven humilde. Con gran astucia este va llevando los personajes a reconocerse, a inculparse,  al demostrarle como cada uno de ellos estuvo relacionado con la víctima, y de alguna manera contribuyó con su fatídico final.  Priestley destaca en una mordaz crítica social, el egoísmo, la doble moral, la indiferencia, la irresponsabilidad de aquellos privilegiados económica y socialmente, y explota el sentimiento de culpa que subyace, aceptado por unos –los más jóvenes- y rechazado por los otros. El inspector -ficción o realidad- , da a la obra en apariencia realista, un ingenioso giro metafísico.

        Germana Quintana traslada la escena a nuestro país haciendo acopio de modismos y situaciones que nos son propias, y acierta al escoger el elenco;  imprime a la obra un apropiado ritmo, creando una atmósfera en tensión, hasta llegar al climax, con buenos resultados.

  En el clásico salón burgués, recreado exquisitamente por la escenógrafa Giamilka Román, y realzado por las luces de Lillyanna Díaz,  los personajes desarrollan la acción. Exmín Carvajal interpreta al Inspector, eje de la obra, tomando distancia, domina la escena, en una actuación bastante teatral, que contrasta adecuadamente con el resto del elenco, al que logra mantener en “jaque”.

  El Señor Birling, en su exquisita superficialidad, tiene en Sócrates Mañón, un excelente exponente. Actor no profesional, muestra incuestionable talento para el teatro. La señora Birling, encuentra en Lidia Ariza, la expresión exacta de  la  engreída burguesa. Con giros irónicos, gestos y movimientos ajustados a su condición, logra dar autenticidad al personaje.   

  La joven Zeny Leyva, nos sorprende gratamente, su actuación es espontánea, convenientemente natural. Imprime  a su papel de Sheyla Birling, visos de originalidad.  Por su parte Ernesto Báez, -Gerardo Croft, el novio- logra una interpretación muy adecuada, del escurridizo personaje, Pose además porte y elegante presencia escénica.

  Dentro de la tensa atmósfera, José Manuel Rodríguez -Eric Birling- logra en sus intervenciones aflojar la tensión. Con gracia y natural soltura, da el toque de humor a la trama. Permite además con un cambio conveniente de actitud, proyectar el angustiado personaje.

  Si el cambio en el nombre de la obra logra el objetivo de atraer a un público joven, para que tengan la oportunidad de ver  una producción de calidad, el  propósito es plausible. Sin embargo, a diferencia del numeroso público que asistió a estas presentaciones en la Sala de Bellas Artes, de la entonces Ciudad Trujillo con menos de tres cientos mil habitantes, un escasísimo público respaldó esta obra en la pequeña Sala Ravelo, del Teatro Nacional, de nuestro Santo Domingo de hoy, con sus tres millones de ciudadanos. Entonces ¿Qué pasa con el teatro? .

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