Un buen ofrecimiento

Un buen ofrecimiento

Conversaba recientemente en una tienda con un amigo médico, cuando este fue abordado por una señora con aspecto de cuarentona bien conservada.

-¡Doctor, cuanta alegría me da verle, ya que le debo la recuperación de la salud! Además, no me pierdo ninguna de sus comparecencias por televisión, o radio, ni sus declaraciones en los periódicos. Lo admiro ilimitadamente, y a algunas  amigas que tuvieron  problemas en el área de su especialidad, las envié a su consultorio.

El facultativo se ruborizó, y su respuesta ante aquellos elogios la emitió con voz afectada por un leve temblor.

-Agradezco profundamente sus palabras, pero fue su organismo el principal factor en su recuperación, ya que es usted una mujer de vida sana, y de un carácter optimista y alegre.

-¡Siempre humilde, doctor, pero personas que acudieron donde usted por recomendación mía han quedado satisfechas con sus diagnósticos y tratamientos. Algunos de sus  quebrantos de salud eran de consideración, pero usted los sanó.

– La mano de Dios obra  a través de mí, ya que como humano, soy falible. Por eso  antes de entrar en mi consultorio, le pido al Señor que me ilumine para ayudar a mis pacientes, especialmente a los afectados  por padecimientos graves- dijo el médico, mostrando en el rostro una sonrisa bonachona.

– Algunas de las mujeres a las cuales lo he recomendado, han hecho más elogios a su atractivo físico que a sus terapias, – dijo la dama, aproximándose al profesional, quien sorprendido, reculó un par de veces.

– Sin embargo, somos tres hermanos varones, y mis padres afirman que soy el mas feo-repuso el acosado galeno.

-¿Anjá?- exclamó la señora- lo dudo porque usted parece hijo de una pareja de escultores. Me atreveré a decirle que soy divorciada y sin hijos, y que como es usted soltero, cuando quiera mudarse en mi casa solamente toca el timbre, y entra. Le daré la dirección.

Así lo hizo, y mi amigo la repitió un par de veces. La desinhibida mujer le aplicó un sonoro beso en la frente al despedirse.

Transcurrieron unas tres semanas, y una noche me llamó el afortunado especialista para informarme que había cruzado el día anterior frente a la residencia de la cuarentona, la cual calificó de amplia y suntuosa.

– Pero parece que la tipa temió que le tomara la palabra, y la casa tiene un letrerazo anunciando que está en venta.

Ambos reímos al unísono.

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