Un cambio de actitud

Un cambio de actitud

LEONOR MARÍA ASILIS E.
Un sabio quiso entender qué empujaba a sus semejantes a trabajar toda la vida. Visitó una cantera de piedra y vio un hombre que le daba al pico y pala, y le preguntó: “-¿qué estás haciendo?” -“Despedazo las piedra para el condenado de mi patrón. Corro todo el día para conseguir un trozo de pan…” – y siguió maldiciendo su suerte.

A otro obrero le preguntó el sabio lo mismo, quien contestó: -“Estoy trabajando para pagarme la casa y quitar el hambre a los míos… y siguió trabajando con ganas.

Aún entrevistó a un tercero: “-¿qué haces?” El hombre alzó la cabeza interrumpiendo su esfuerzo, y el sabio le vio radiante: -“¿No lo ves, amigo? –¡Estoy construyendo una catedral!”

Este bello relato nos anima en este día a mirar el trabajo como un precioso don a través del cual nos dignificamos en el servicio.

Es interesante como se evidencia la diferencia que produce un mismo hecho traducido en tres actitudes. Aún hoy, vemos repetir de alguna forma lo narrado. Hay quienes viven lamentándose, quejándose y maldiciendo en sus trabajos a quienes le contratan. Otros, que no ven más allá el fruto de sus quehaceres y lo hacen de forma mecánica sin verle el verdadero sentido al mismo. Por último, está el grupo de aquellos que disfrutan cada día de su trabajo, se enorgullecen del mismo porque logran ver la trascendencia de su servicio. ¡Lo optimizan, le dan satisfacción plena a los clientes porque lo hacen con amor, al igual que el Divino Carpintero Jesús de Nazareth quien durante la mayor parte de su vida trabajó en un pequeño taller, con humildad pero con gallardía de saber que cumplía con su deber primero, de enseñarnos a santificarnos en el trabajo con la dignidad que da el ganarse el pan con el sudor de su frente y dar el servicio con amor.

Para terminar, otro bello relato dado por San Francisco de Sales a una de sus discípulas:

“La tentación más frecuente en las personas preocupadas por su progreso espiritual es que bajo el pretexto de una influencia apostólica más grande, el demonio le hace desear una ocupación distinta a la suya”.

Decía que una vez alguien al ver una linda estatua, se detuvo a hablar con ella.

Le preguntaba que siendo tan bella obra de arte debería de andar por el mundo y conocer sus maravillas. En otras palabras, que se estaba perdiendo de grandezas insospechadas a su imaginación, intentando provocar en la tranquila estatua un sentimiento de inconformidad, lamento y rebeldía.

Sin embargo, cual fue la sorpresa! La estatua, oronda y orgullosa le replicó diciendo:

Soy feliz porque mi Creador me hizo como quiso que fuera y me ha colocado donde quería que estuviese y no aspiro nada más que complacerlo!

Gran enseñanza que nos revela el verdadero propósito de nuestras vidas. Sencillamente, hacer la voluntad de Dios, sobretodo alegremente….

¡Leonor.asilis@codetel.net.do

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