Con preocupación vemos creyentes en Jesús que actúan carnalmente, olvidándose de que, si somos parte del pueblo de Dios, es un mandato despojarnos del viejo hombre.
Debemos echar fuera el mal humor, la intolerancia, la impulsividad, el orgullo, el temor, el doble ánimo y detener las consecuencias que acarrean.
Nacemos con un temperamento, que puede ser colérico, sanguíneo o flemático, pero éste debe ser sometido a la Palabra, en la medida en que Dios va conformando nuestros corazones al suyo.
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Pedro, por ejemplo, impetuoso, temeroso, producto de su temperamento colérico sanguíneo, fue transformado en un hombre valiente y apto para ejercer el ministerio de apacentar las ovejas que el mismo Jesús le había entregado.
Pedro, ¿me amas? Sí Señor, tú sabes que te amo. Pastorea mis ovejas. Juan 21:16
Amar a nuestro Señor es imitarle a Él, andar como el anduvo, en todo tiempo.
Fue el mismo Pedro quien, ante las amenazas de encarcelamiento y muerte dijo, con toda firmeza:
Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5:29
¿Amas a Jesús?
Entonces, imítalo a Él. Ejemplo nos ha dado