Un centro cervecero

Un centro cervecero

Dolores Barbosa se metió en el baño y abrió la ducha a todo lo que daba la rosca del grifo. Hacía mucho calor y disfrutó viendo rodar el agua por sus pechos y piernas. Después frotó enérgicamente la piel con un estropajo, en forma de guante, hecho de fibras vegetales. Buscó después en el “closet”, con los ojos cerrados, la toalla más grande para envolverse en ella y correr a su habitación. Lolona empleó tres cuartos de hora en perfumarse, retocar el barniz de las uñas de los pies, arreglarse las pestañas y maquillarse. Cuando dio el vistazo final al espejo, sonrió satisfecha.

Bajó a la calle con pantalón, blusa y zapatos de plataforma. Todo era azul; pero en distintos tonos. Los zapatos tenían una línea blanca que resaltaba más su color azul. Lolona entró triunfante al Centro Cervecero de Mamota. La puerta principal estaba a media cuadra de su casa. –Prendan el abanico de techo y sírvanme una fría; “Presidente” grande; ya lo saben: a mí no me gusta nada que sea “light”. Se sentó en una mesa para cuatro personas, exactamente debajo del abanico. –¿Lolona, a quién esperas? –A ti no te importa; además, ya los verás cuando vengan y se sienten aquí.

–Buenas tardes, Lolona. –¿De dónde saliste? –Estaba sentado en mi máquina, esperando que entraras para no acalorarme. –Aquí está la cerveza bien fría, intervino el camarero. –Siéntate; ¿y ese reloj tan bonito, dónde lo compraste? –Es un regalo de quien tú sabes. –¿Él viene a reunirse con nosotros? –No lo sé; pero él me llamará: no apagaré el móvil. –¿Dime, Partenio que han hecho ustedes? –Supimos que el cura se reunió con Edelmira; la sirvienta se lo contó a su hijo y el muchacho lo repitió a mi ayudante.

–¿Y qué más? –Estuve con el dueño del almacén; le dije que nos ayudara con el cura y con la viuda. Le advertí que podíamos hacer bien a su negocio; y mucho daño, si queríamos. Le hice ver que los del pueblo tenemos poder y dinero. Que lo mejor es entenderse con los financieros emergentes. No hay cura, ni comerciante, ni contable, ni viuda, que pueda enfrentarnos. Tú conseguirás la casa.

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