Parece que hay sectores del país que están esperando que en algún momento encuentren el cadáver de la fugitiva Sobeida Féliz Morel.
Más de una vez se ha hablado de este tema en medios de comunicación social.
Pura ingenuidad. O quizás no es ingenuidad, sino un juego de inocencia.
Sobeida no aparecerá muerta. Su elegancia seguirá moviéndose con toda su gracia entre lujosos apartamentos y salas de teatro. Aquí o fuera de aquí.
Pero nada de encontrar su cadáver por ahí, en unos matorrales o perdido en las arenas de una playa lejana.
La vida hay que vivirla con su realismo y con su racionalidad. Porque así es, más allá de nuestros deseos.
Una mujer que se desplace por esas calles y avenidas de Dios en una yipeta de lujo, que resida en un apartamento de 45 millones de pesos, con todo el glamour del mundo; y que frente a ese apartamento tenga otro del mismo valor habitado por una pariente; una mujer cuyos vestidos, prendas y buen caminar deslumbran en teatros y bares de alcurnia, una dama que en una yipeta que le es cercana, por demás Mercedes Benz, encuentran 4.5 millones de dólares, no es mujer que caerá presa ni que será encontrada cadáver.
Si así fuera, este lar dejaría de ser República Dominicana.
No es casual que Sobeida haya recibido una medida de coerción de tres meses de cárcel y que luego haya sido revocada.
Tampoco es casual que esa dama haya ido de beauty parlor y que desde allí haya salido para no regresar y que fuera, precisamente, el padre de sus hijos quien la viera por última vez.
Todo revela pura razón, pura racionalidad dominicana.