Un choque de globalizaciones anuncia
Problemas para el hombre de Davos

<p>Un choque de globalizaciones anuncia<br/>Problemas para el hombre de Davos</p>

Por GIDEON RACHMAN
Asistí a dos conferencias internacionales la semana pasada. La conferencia sobre seguridad de Herzliya tuvo lugar en la costa de Israel y el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos en las montañas suizas. Sentí como si se estuvieran celebrando en plantas distintas.

Herzliya reunió a los líderes políticos y militares de Israel. Los participantes invitados incluyeron los números dos del Pentágono y el Departamento de Estado de Estados Unidos, además de un puñado de candidatos presidenciales estadounidenses. El ambiente fue sombrío y dominado por la probabilidad creciente de un conflicto militar entre Irán e Israel, o EEUU. Otras posibilidades que helaban la sangre analizadas en Herzliya fueron una carrera de armas nucleares en el Oriente Medio, la renovación de la guerra civil en el Líbano y la derrota de EEUU en Irak que condujera a una guerra regional más extendida.

Davos es un acontecimiento mayor y de más brillo que Herzliya, con una orden del día mucho más amplia. También incluyó sesiones sobre el Oriente Medio. Sin embargo, el tono dominante en el FEM estuvo marcado por el optimismo exuberante de los empresarios internacionales, que disfrutaron las oportunidades que ha traído la globalización, nuevas tecnologías y una economía mundial que se está expandiendo al ritmo más rápido en varias décadas. 

Al finalizar la semana, quedé preguntándome si estos dos mundos -Davos y Herzliya- pueden continuar moviéndose en paralelo. ¿Están destinados a chocar? Y si así fuera, ¿cuál resultará más poderoso: el conflicto o el capitalismo?

El hombre de Davos no parece estar particularmente preocupado por las implicaciones para los negocios en el Oriente Medio. Hubo 17 sesiones en el foro, dedicadas al cambio climático -y solo una al riesgo político. Un debate sobre “la globalización en la encrucijada”, consideró tres amenazas principales para la economía mundial: el fracaso de las conversaciones de comercio, la regulación financiera y los desbalances económicos globales. Nadie mencionó la guerra.

Quizás el hombre de Davos tiene razón en no preocuparse. Hasta en Israel, la guerra y la globalización se las han arreglado para coexistir. La economía israelí creció 4.8% el año pasado, a pesar de la participación del país en la guerra del Líbano durante el verano. Israel forma parte, en gran medida, de la economía global de alta tecnología. Hay casi 100 compañías de tecnología israelíes registradas en los mercados de valores de Nueva York.

Pero los israelíes también están profundamente conscientes de que el conflicto amenaza su prosperidad. En el nivel más básico, muchos están auténticamente asustados porque Irán desarrolle armas nucleares, que realmente podría emplear contra ellos en Israel.

No obstante, también hay una versión más sutil de la “amenaza existencial” de que el desarrollo de una bomba nuclear iraní se dice significa para Israel. Los israelíes saben que sus trabajadores más talentosos de la tecnología podrían conseguir trabajo en cualquier lugar del mundo. Les preocupa que si 20,000 decidieran emigrar, en lugar de vivir a la sombra de una bomba iraní, el daño a la economía de Israel sería irreparable. En ese punto, la seguridad en realidad habría derrotado a la globalización.

Israel es un caso especial. Está mucho menos claro por qué un hombre de negocios de California -por no decir Bangalore o Shanghai-, debería preocuparse por la amenaza a sus negocios de un derramamiento de sangre en el Oriente Medio. La conferencia en Davos estuvo calzada por un sentimiento no articulado de que, mientras los grandes negocios están globalizados, la guerra en el Oriente Medio es local. Los negocios internacionales pueden sencillamente esquivar el conflicto. Sin embargo, eso suena demasiado optimista. Hay, al menos, dos formas obvias en las cuales la guerra en el Oriente Medio podría alterar la economía mundial: mediante el precio del petróleo y con el efecto dominó de una acción de terrorismo internacional.

En Davos hubo una satisfacción apacible, como que el precio mundial del petróleo había regresado a cerca de US$50.00 el barril de casi US$80.00 hace unos pocos meses. Pero un conflicto con Irán podría lanzar los precios al alza de nuevo hasta US$100.00 el barril, o más. Los iraníes bien podrían responder a un ataque en sus instalaciones nucleares bloqueando o minando el Estrecho de Ormuz, a través del cual tiene que pasar el 20% de las exportaciones de petróleo del mundo.

También se puede demostrar que es erróneo suponer que el derramamiento de sangre y el odio generado en el Oriente Medio siempre quedará confinado a la región. La televisión por satélite y el internet han llevado a una globalización del rencor. Los saboteadores suicidas que atacaron Londres el año pasado era británicos, pero habían sido radicalizados por las noticias de conflictos distantes en Palestina, Cachemira e Irak. Con sus conexiones con los radicales de Paquistán, su absorción de las noticias y propaganda de todo el mundo, y su sentido de formar parte de una comunidad global bajo la opresión, los suicidas terroristas de Londres fueron un producto tan propio de la globalización como un banquero internacional en un vuelo de Nueva York a Londres.

Estas dos manifestaciones de la globalización -la capitalista y la terrorista- entrarían en conflicto directo si otro gran ataque terrorista en EEUU o Europa provocara un nuevo recrudecimiento en las medidas de seguridad. En agosto pasado, el descubrimiento de un supuesto plan terrorista en Londres provocó el endurecimiento de la seguridad en los aeropuertos, que interrumpieron burdamente los fáciles viajes internacionales en los que confía el hombre de Davos. Imagínese lo que podría hacer un ataque exitoso.

Un nuevo endurecimiento de la inmigración y los procedimientos de entrada a EEUU también serían un golpe. En Davos, hubo muchos murmullos sobre la dificultad que están teniendo las compañías para contratar talento extranjero, y los problemas que los extranjeros pueden experimentar para llegar a EEUU.

En cualquier choque de globalizaciones, el conflicto globalizado podría dislocar inicialmente el capitalismo globalizado. Al final, sin embargo, hay motivos para esperar que el capitalismo resulte ser la fuerza más poderosa. Aún en el Oriente Medio, muchas más personas aspiran a llegar a ser ricos que a convertirse en mártires.

En Herzliya, una de los pocas voces optimistas que pude escuchar fue la de sir Ronald Cohen, un empresario británico que está tratando de ayudar a las empresas en territorios palestinos, en particular, mediante el aporte de micro-financiamiento. Sir Ronald insiste en que el ve un enorme potencial económico en Palestina, similar al potencial que vio en Israel en los inicios de los años 90, antes de que echara a andar el auge de la alta tecnología.

Pero en Davos conocí a un destacado empresario palestino, que señaló que las medidas de seguridad de los israelíes significan que a él le toma horas completar el corto viaje de su casa en la Franja Occidental hasta Jerusalén. Hay algunas situaciones en las cuales resulta demasiado difícil para los hombre de negocios hacer su trabajo. 

Puede que pase un tiempo largo antes de que el capitalismo pueda acudir al rescate en los sitios más complicados del Oriente Medio. Mientras tanto, los capitalistas solo tendrán que esperar que el conflicto del Oriente Medio continúe dejándoles tranquilos, en gran medida.
VERSION IVAN PEREZ CARRION

Publicaciones Relacionadas

Más leídas