“El compromiso es un acto, no una palabra”.
Jean-Paul Sartre
El pasado fin de semana estuvo pletórico de magia y encanto, gracias al hermoso matrimonio ocurrido el sábado entre el príncipe inglés Harry, hijo de Carlos y Diana, y la estrella norteamericana Meghan Markle, hija de Thomas y Doria. La historia de amor del noble y la plebeya conmovió a millones de espectadores, y revivió en muchos la esperanza en el amor.
Luego de ver la transmisión televisiva de la boda, y conectar de un maravilloso modo con el milagro del amor, el domingo oficié una conmovedora boda múltiple. Era el cierre de Love Vision en su segunda versión para Santiago, la ciudad corazón, en el que durante cuatro meses los participantes se exponen a una transformación desde el amor, que culmina en un matrimonio sagrado que expresa el compromiso.
Si queremos que el crecimiento fluya de manera saludable, el compromiso es necesario. Sin embargo, es una de las piezas que tiende a faltar en las relaciones. El autor de libros de desarrollo personal y orador motivacional estadounidense Tony Robbinsdice que no hay éxito duradero sin compromiso.
Detrás de la falta de compromiso encontramos la fantasía de seguir siendo el niño de mamá o la niña de papá. Y es que cuando los padres han sido muy controladores, impiden que el niño se desarrolle hacia la etapa adulta.
Sin lugar a dudas, el acto que mejor representa el compromiso duradero es cuando decimos “si, acepto”, para declarar al colectivo que hemos aceptado amar a alguien hasta que la muerte nos separe.
Elperiodista y escritorfantasma estadounidenseNeil Strauss dice: “Sin compromiso, no puede haber profundidad en nada, ya se trate de una relación, un negocio o un hobby”.
La ausencia de compromiso se evidencia cuando:
-Creo que no está en mis manos que lo que vivo pueda cambiar.
-Culpo a otros o me culpo a mi misma.
-Me afano en “comprender” lo que ocurre.
-Vivo la ilusión infantil de que “esto (lo que sea) termine”.
-Pido ayuda “afuera”, ignorando mi propia sabiduría.
-No reconozco que tengo recursos para vivir “otra” realidad.
La falta de compromiso es una manera de perpetuar la vida infantil. La dependencia económica, emocional y/o mental es la evidencia de que aún estamos emocionalmente enredados con los padres. Desde ahí, ¿cómo podríamos comprometernos con otro? Para darme a alguien debo ser antes mi propio dueño, sino la entrega es ilegítima.
Cuando hablamos en el matrimonio de “convertirse en una misma carne”, expresamos que el cónyuge es tan parte nuestra como la mano en la que llevamos el anillo, con el que fuimos desposados. Comprender esto hace toda la diferencia. ¿Qué compromiso puede tener alguien hacia su mano?
La mayoría podria contestar: ¡no estoy comprometido con mi mano! Mi mano es parte de mí y yo soyparte demi mano. Plantearse un compromiso con la mano podría tener sentido desde una mano gravemente enferma. En este caso, si tener la mano amenazara al cuerpo, podríamos aceptar su amputación.
La pregunta es: ¿dónde queda la opción del divorcio cuando alguien ha prometido amor para toda la vida? La respuesta es, si el matrimonio se enferma de tal modo que amenaza al sistema completo, el divorcio es recomendable. Seamos sinceros, ¿es éste el caso del más del 50% de casos de divorcios que se registra actualmente? Creo que podemos estar de acuerdo en que no es así.
La única vez que una persona cuestiona el compromiso que siente hacia su mano es cuando efectivamente su mano lo está matando, por ejemplo cuando sufre de gangrena. Nadie ve flaquear la lealtad hacia su mano porque conoció a alguien con manos más bonitas o tersas.
Te podrías imaginar que la “gran pregunta” fuera “¿Te casarías conmigo por un cierto tiempo?”. En el matrimonio, el compromiso es vinculante más allá de lo que nos gusta y lo que nos desagrada. Esa es la esencia del compromiso que permite decir que el matrimonio es hasta que la muerte nos separe.
El autor y conferencista Brian Koslow recomienda para tener eficacia en algo subordinar las emociones al compromiso. No te cansas de tu mano, o dices que ella ha cambiado mucho o que ya no te acompaña a divertirte como antes. Si alguien se amputara una mano porque no es igual que antes, estarías convencido de que perdió completamente el juicio.
Nadie se replantea el compromiso hacia su mano porque esté fracturada, arrugada o fea. Sólo la clase de compromiso que reconoce que el esposo/esposa forma parte de nosotros nos impedirá huir despavoridos, cuando los desafíos del matrimonio parezcan insuperables.
El matrimonio de Harry y Meghan emocionó a millones de personas porque nos demostró el alcance que tiene el amor, cuando tenemos confianza en la dirección que nos muestra el corazón. Al ver la boda del príncipe, no pude dejar de pensar en lo “arquetípica” que es su historia: un hijo que recuerda la alegría al darle un buen lugar a la historia de amor en la que fue concebido.
Quien finalmente es capaz de ver la perfección en la historia de amor que le dió origen, quien logra mirar con buenos ojos la fuerza que unió a sus padres, logra la belleza de su propia historia de amor.
Con frecuencia, la renuencia al matrimonio indica que elegimos reclamar a nuestros padres, en vez de asumir la clase de compromiso con nuestro propio bienestar, que nos lleva a superar el dolor y confiar en el amor.
Mucha gente quiere tener una relación “para siempre”, sin pagar el precio. Un buen matrimonio requiere que ambos estén comprometidos con el bienestar de sus propios niños interiores. Todas las relaciones que tenemos nos reflejan el propio amor. El conflicto es una oportunidad para sanar al niño herido, abandonado o huérfano que nos habita.
En los cuentos de hadas, el príncipe y la princesa son felices para siempre. La boda de Harry y Meghan es un regalo de esperanza para muchos, que tienen el deseo de vivir su propia historia de amor: la rendición del dolor padecido por el niño huérfano ante algo más Grande que le da sentido a lo vivido.
Hasta ahora, he visto la boda de 61 princesas y 6 príncipes, incluyendo el matrimonio de este domingo. Ser invitada a una boda tan real es un honor, un privilegio, una distinción a la que sólo puedo responder con el más profundo agradecimiento.
No hay palabras que puedan describir lo que siento al testimoniar el triunfo del espíritu. Ser parte del momento en que alguien tiene la valentía de jurarse amor para toda la vida es un regalo de un valor inestimable.
Los cuentos de hadas con finales felices están muy lejos de ser fantasías, en realidad son un ineludible destino…