Un comunista gozador

Un comunista gozador

Durante los convulsos años de la guerra fría, la gente decía que aquellos que se adherían a los postulados del marxismo leninismo carecían de sentido del humor, y a ello atribuían las caras generalmente hoscas de los líderes de la Rusia soviética.

Sin embargo, mi amigo comunista de los años de la década del sesenta era un hombre de carácter alegre, que de cuando en cuando se tomaba sus traguitos de ron criollo, y hasta del whiskie producido en el seno del imperialismo yanky.

También sabía dar un giro de pescuezo para observar la abundancia de curvas a una fémina agraciada, y recuerdo la frase elogiosa que le dirigió a la bellísima hija de un acaudalado comerciante.  Los hombres de estos paisitos subdesarrollados debemos luchar contra la burguesía, pero al mismo tiempo admirar a las burguesas.

Debido a sus ideas estuvo encarcelado en el penal de La Victoria varias veces, y sus amigos decían que cuando no estaba preso, la policía lo andaba buscando.

El dirigente izquierdista contrajo matrimonio con una mujer de rara belleza, que poseía entre sus encantos unos ojos verdes capaces de enloquecer de amor a un cundango con largos años consumiendo carne de cocote.

Un día los periódicos de circulación nacional trajeron la noticia de que al hombre la policía le había allanado la casa en las primeras horas de la mañana, sin encontrarlo. Uno de los efectivos preguntó a la esposa dónde estaba su marido, y cuando ella respondió que él no dormía allí, el agente le dijo:

-No hables mentiras, que con una mujer como tú, yo duermo hasta debajo del puente.

Al leer la información consideré que el policía se había excedido al pronunciar aquella frase, y cuando cesó la persecución del político, y este volvió a recorrer las calles, nos encontramos una tarde en la calle El Conde.    Y al manifestarle mi disgusto ante la salida del agente del orden, su reacción fue un no rotundo surgido con fuerza en su voz, para luego añadir:

-El pueblo’lIano, las grandes mayorías, hablan de forma directa y sincera, como lo hizo ese alistado, y parece que no reparaste que  sus palabras contenían un reconocimiento a la belleza de mi mujer.

Sin lugar a dudas, mi amigo comunista era un hombre excepcional.

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