Un concurso entre racistas

Un concurso entre racistas

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Al final del siglo XVIII la población de Haití era cinco o seis veces mayor que la de la parte española de la isla. Pero en Santo Domingo ya hemos alcanzado y superado la población haitiana; el peligro de absorción demográfica pregonado por nuestros abuelos ha desaparecido. ¿Cómo ha sido posible ese prodigio?

Tomas Roberto Malthus escribió su Ensayo sobre el principio de la población y provoco con él encarnizadas polémicas. Malthus revisó el texto de su ensayo varias veces; y quedó en claro que el crecimiento de la población es una progresión geométrica, en tanto que los incrementos en la producción de alimentos y otros bienes de subsistencia son progresiones aritméticas. Malthus no contó con la tecnificación de los cultivos agrícolas, lo cual introduce un elemento perturbador en su teoría de los «atascamientos generales»; el aumento de la productividad. El poeta inglés Shelley llamo a Malthus «apóstol de los ricos», por su empeño en reducir la población; Charles Dickens lo ridiculizo y Engels califico su ensayo de «blasfemia repugnante contra el hombre y la naturaleza», según lo informa Robert Kaplan en su libro El retorno de la antigüedad.

Si los haitianos partieron de una base de población mayor que la de Santo Domingo -400,000 esclavos negros, 28,000 mulatos, 10,000 blancos, dice Brissot-, y en el Santo Domingo español de aquella época la población no pasaba de 72,000 habitantes, según Abad; ¿Cómo hemos podido alcanzarles? En el apartado número 24 de Un ciclón en una botella, titulado Viaje a las amígdalas de Haití y también elevadísima era la tasa de mortalidad. La resultante de ambas tasas, la de crecimiento de la población, fue mayor en la República Dominicana que en la República de Haití. Mi pronóstico resulto exacto: la población dominicana creció más porque disminuyo la mortalidad infantil por motivos puramente sanitarios. Una «perturbación» no prevista por Malthus.

El ex-presidente haitiano Jean Bertrand Aristide redacto una tesis de grado, en colaboración con Lorimer Denis, en la cual sostiene que la causa de todos los males de su país la tienen los mulatos; Aristide ha dicho que los mulatos desprecian el pelo crespo de los negros puros, los labios gruesos que «certifican» su origen africano. Un publicista haitiano llamado Roger Dorsainville escribió, en 1946, un manifiesto titulado Carta a los hombre claros, donde amenaza a los mulatos con el exterminio. El poder político, a su juicio, debe ser patrimonio exclusivo de los negros puros.

La guerra de independencia de Haití fue, al mismo tiempo, una guerra social y una guerra racial. Culminó con una matanza de blancos en 1803, poco antes de que Dessalines declarara la independencia en enero del año siguiente. Las varias guerras entre negros y mulatos que han sufrido los haitianos fueron estimuladas por ingleses y franceses. Pero son parte de su historia social. Es por eso que Alfred Viau afirmo en 1955, en Negros, mulatos y blancos: «el prejuicio de color en Haití es un sentimiento colectivo, opresivo, sanguinario y monstruoso. Es la causa de todas nuestras desgracias. Es la peste que devora a Haití». El viejo racismo europeo es racismo antinegro; pero, como se ve, igualmente dañino es el racismo antiblanco o antimulato.

Todos los días oímos decir que los dominicanos discriminan contra los haitianos, que exhiben prejuicios raciales que les llevan a justificar el genocidio cometido por Trujillo y sus esbirros en 1937. El etnólogo haitiano Jean Price-Mars afirma que los dominicanos padecen de bovarismo, esto es, creen ser lo que no son; piensan que son blancos y disimulan la realidad visible de ser mulatos y negros. No percibe Price-Mars que la «desvinculación» cultural de su origen africano, por parte del negro dominicano, es el resultado de un largo proceso de transculturación en sentido hispánico; y todo ello sin sombra de hipocresía. Se trata de un problema cultural, no racial. En la base de estas dos formas de psicología social están dos modos divergentes de trabajo esclavo: plantaciones y ganadería; plantaciones allá y ganadería aquí.

Los prejuicios raciales en Santo Domingo parecerán mínimos, si comparamos nuestra sociedad con la de Cuba o la de Jamaica. Los haitianos negros odian a los mulatos haitianos; y odian aún más a los mulatos extranjeros de otras islas. No es cierto que los dominicanos somos más racistas que los haitianos. Si hubiese un concurso internacional de racismo -asunto terrible y negativo-  a los haitianos habría que concederles el mayor galardón del archipiélago.

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