Un conflicto que debe resolverse

Un conflicto que debe resolverse

El sector farmacéutico  ha  entrado en contradicción con las autoridades sanitarias a las que  atribuyen retrasar e imponer trabas a la expedición de autorizaciones y renovaciones de licencias  para la venta de fármacos, lo que estaría a punto de crear escasez de algunos productos importantes.  En respuesta, el organismo correspondiente ha negado que erija tales obstáculos, dando a entender que todo se debe al celo en el cumplimiento de las reglas. Este conflicto genera preocupación en la ciudadanía y obliga a reclamar que ambas partes traten de inmediato de mejorar la aplicación de procedimientos para que la vigilancia sobre la  calidad  de los medicamentos de producción local se cumpla de manera  cabal  pero  también  sin retrasos.

El Estado y la industria farmacéutica  tienen que  evitar  trastornos en el mercadeo de medicinas,  sin renunciar cada cual a sus obligaciones y compromisos con la ciudadanía. Se recuerda que recientemente se detectó  la falsificación de sueros antitetánicos que causaron muertes de pacientes. Luego  vino el escándalo de la venta libre de medicamentos vencidos  pero etiquetados de nuevo para esconder la caducidad. Un gran flujo de fármacos de fabricación e importación clandestinas ha amenazado la salud de los consumidores. Las autoridades tienen que ser efectivas tanto al regular la fabricación como el expendio.

Blanduras que estimulan robos

En una  reacción cercana en intensidad  a la que en verdad reclaman los hechos, el presidente del Indotel, doctor José Rafael Vargas, anunció que serán canceladas las licencias a empresas que compren alambres y equipos de telecomunicaciones que hayan sido robados. República Dominicana ha resultado  en todos estos años una zona de tolerancia a la sustracción de objetos metálicos, desde cables hasta tapas de alcantarillas; desde espadas de estatuas de héroes hasta el cableado completo (varias veces) de la iluminación de  la autopista Las Américas.

El comercio sin restricciones  del producto de esos robos -generalmente exportado en furgones bajo la falsa categoría de chatarras- ha causado  grandes pérdidas a la propiedad pública y directamente a empresas de servicios vitales. La compra de esos materiales debe ser  castigada con algo más que una cancelación de permisos para operar. Se les debe aplicar el Código Penal.

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