Un Congreso para el progreso

Un Congreso para el progreso

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El resonante triunfo obtenido por el llamado Bloque Progresista en las elecciones del pasado 16 de mayo, representa un reconocimiento de las mayorías de los votantes que acudieron a las urnas ese día. También una prueba de confianza y de aceptación de que el equipo económico del Gobierno del PLD frenó la debacle económica y financiera que había patrocinado el PRD en su pésima administración, concluida el 16 de agosto del 2004.

Son muchas las voces responsables, lo que no hicieron en el 2002 cuando las huestes del PRD arrasaron con las posiciones congresuales y municipales, que han estado lanzando advertencias y admoniciones para que el triunfante partido del Gobierno sea generoso en su victoria y prudente con su nuevo poder.

Y si en 2002 no hubo temor con el triunfo abrumador del PRD, que ya controlaba el gobierno, se debió a que todo el mundo conocía del desorden, indisciplina y ambiciones de los perredeístas y reformistas y que por tanto lo único que se podía esperar de ellos era que aumentaría la corrupción y el desarrollo de desastrosas administraciones. Pero en esta ocasión han sido sobresalientes los casos de síndicos perredeístas y reformistas que fueron reelectos, donde la calidad del trabajo enorgullece a sus comunidades. Los municipios de Higüey, Santo Domingo Oeste, La Vega, Bonao, Santiago, Baní y Azua habla a las claras del excelente trabajo realizado que les valió la reelección de las comunidades agradecidas.

Pero ocurre con el PLD, que el pueblo sabe los orígenes de ese partido, así como de la férrea disciplina que lo dominó por las primeras décadas, con un fuerte autoritarismo y la verticalidad de sus posiciones, que los colocó a contrapelo de la realidad dominicana. Ellos se veían como grupo de iluminados políticos, muy sectarios y cuadrados en sus posiciones, que llegaron a dividir al pueblo dominicano entre peledeístas y los demás, marcando a las claras una división en cuanto a la honradez y manejo de los recursos públicos.

Sin embargo, ese grupo élite de políticos tuvo que aceptar la realidad dominicana. El PLD logró el triunfo en 1996 gracias al respaldo del líder reformista, el doctor Joaquín Balaguer, que no quiso apoyar al candidato de su partido, comenzó a modificar su imagen y forma de ser de coto cerrado, pasando de unos 15 mil ardientes cuadros a un partido de masas que compite por la supremacía política dominicana con más fuerzas que las diezmadas huestes reformistas sin liderazgo y amenazando la supremacía sobre las masas que por años mantuvo el desorganizado PRD.

Ahora le toca al PLD y a su capacitada dirigencia, pero con condicionamientos singulares en sus conductas, de creerse los mejores de los dominicanos, realizar y convertir en realidad sus promesas y sus empeños al lograr un Congreso para el progreso, ya que en sus manos se les ha depositado la mayoría de los legisladores, así como de los municipios. El pueblo está a la espera, que si desde el Gobierno actual han sabido gobernar, organizar y enderezar muchas costumbres torcidas de la burocracia, ahora, con el control del cuerpo legislativo, es mucho lo que se espera de ellos. Deberán ser más justos y prudentes con su enfebrecida costumbre de buscar más recursos con más impuestos para cubrir sus gastos que por lo general no se reflejan con más obras en el país, a excepción de lo que se hace con el Metro, la presa de Pinalito y la laguna de la Núñez de Cáceres. Asimismo, se mantiene la reconstrucción de muchas calles de diversos pueblos pero hay otras obras en el campo de la irrigación y de los acueductos que se paralizan por la timidez en los desembolsos y no hay continuidad en las mismas.

Son muchas las transformaciones que los dominicanos esperamos del Gobierno, que por sus repetidas manifestaciones de sinceridad y de responsabilidad de que gobernarían para el pueblo, se espera que alcancen sus objetivos de ofrecer y armar una visión de gobernabilidad, moderna y progresista. Y más ahora cuando ya se avecinan los preparativos para la campaña presidencial del 2008. Para esa ocasión, el pueblo tiene la certeza de que el presidente Fernández optará por la reelección, ya que la Constitución vigente se lo permite. Y aún cuando no hay precipitados preparativos oficialistas para ese evento, las indicaciones es que se camina en ese sentido, ya que las ofertas de otros litorales políticos no son tan atractivas. Todavía no aflora en el horizonte la sombra de otro líder que pueda convertirse en algo atractivo y creíble para darle su confianza, como se le ha otorgado en dos ocasiones al presidente Fernández.

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