Laureano Gómez, considerado el arquetipo de los políticos colombianos de extrema derecha, fue uno de los ciudadanos más relevantes de Colombia en el Siglo XX. Tuvo muchas confrontaciones y le endilgaron múltiples sobrenombres laudatorios y también apodos incriminatorios. En momentos cumbre de su vida sus amigos y seguidores le llamaron “El Tribuno del Siglo XX”, “Hombre Tempestad..” “…a quien solo se podía amar u odiar”. En cambio, algunos rivales, incluyendo al mártir Jorge Eliécer Gaitán lo llamaron “El Monstruo”.
Por coincidencia, siendo canciller de Colombia Laureano presidió la Conferencia Panamericana de Bogotá que se desarrolló paralelamente con el “Bogotazo” provocado por el asesinato de Gaitán. Siendo testigo de esa convulsión, García Márquez relató que Laureano se refugió en la Escuela Militar y desde allí telefoneó al presidente Ospina para que no negociara con los sublevados y los aplastara, como de hecho sucedió, entronizándose la violencia por décadas.
Después de un exilio de 14 meses en España regresó a Colombia para lanzarse como candidato a la presidencia de la república con un discurso histórico en que comparó a los liberales con el basilisco de la mitología griega, mitad reptil, mitad gallo que, según un santo español, nació de un huevo de gallina empollado por un sapo, que mataba con su mirada y su aliento pútrido.
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Laureano señaló: “Nuestro basilisco camina con pies de confusión y de ingenuidad, con piernas de atropello y de violencia, con un pecho de ira, con un inmenso estómago oligarquico, con brazos masónicos y con una diminuta pequeña cabeza comunista, pero que es la cabeza; y así tenemos que el fenómeno mayor que ha ocurrido en los últimos tiempos, el 19 de abril” … fecha del Bogotazo “… fue un fenómeno típicamente comunista ejecutado por el basilisco, la pequeña e imperceptible lo dispuso y el cuerpo lo llevó a cabo para vergüenza nacional”.
Ese discurso lo ayudó para llegar a la presidencia y le ganó el mote peyorativo de “el basilisco”. Ni ese ni otros apodos lo irritaron tanto como uno que le encajaron en sus inicios políticos.
Siendo Laureano miembro de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores el Congreso discutió un Tratado con Ecuador. Laureano atacó acremente la propuesta sometida por el canciller, Marco Fidel Suárez, el político colombiano con más profunda formación lingüística. También arremetió contra la persona del canciller y concluyó diciendo que el ministro pretendía “que votemos este tratado como si fuésemos ovejos”. Marco Fidel lo corrigió: “No existen los ovejos”. “¿Cómo que no?” preguntó Laureano, “¿y el macho de la oveja?”… “ese se llama carnero” , contestó Marco Fidel poniendo en evidencia su erudición.
Laureano fue sarcásticamente apodado “El Ovejo” por muchos años y luego ese alias se fue pronunciando “sotto voce” en la medida en que aumentaba su poder político, pero nunca olvidó lo que entendió como una humillación ante toda la nación. El resentimiento lo guardó por muchos años y esperó a que Marco Fidel Suárez llegara a la presidencia para montar una conspiración que lo derrocó, acusando vilmente de corrupto al presidente más pulcro e ilustrado de toda la historia de Colombia: Marco Fidel Suárez. Esa gran nación cometió ese pecado mortal contra sí misma y aunque lo haya intentado, no ha podido expiar esa culpa.